El pasado miércoles, a las diez y media de la noche, cambié mi habitual contraportada de los jueves. Apenas podía escribir, y lo dije. No acertaban mis dedos con las teclas exactas porque se me cruzaban, tornasoladas por la desdicha, con las imágenes ofrecidas por el televisor. El jueves amanecimos en negro. El infortunio. A pesar de ello, y contra ello, nos creció el orgullo por Nós. Por los sanitarios, incluso algunos que fueron capaces de dejar sus vacaciones y ponerse a disposición del Sergas. Por los equipos de emergencias, que estuvieron desde el primer minuto hasta el último. Por los periodistas que cubrían la noticia con una profesionalidad y sensibilidad admirables. Por la gente, común y anónima, que corría con mantas y agua y con sus manos para triturar el dolor. Somos buenos y generosos, pero también somos capaces: de salir adelante, esperanzados y valientes. Cuando nos ahogamos, sabemos nadar hasta la playa de los buenos deseos. Galicia, mi pequeño y gran país, ha mostrado su verdadera imagen a todo el mundo. La tragedia nunca la podremos borrar de nuestra historia; pero tampoco borraremos la lección de humanidad. Aún me emociona escribir: recordando. Me emociona ver a mis paisanos (sanitarios, emergencias, periodistas? gente) mostrando toda su grandeza. Somos un pequeño gran país, repito: competente, desprendido, admirable. Nunca lo olvidemos.