Si yo fuese el comisario Almunia

OPINIÓN

04 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si yo fuese Almunia no perdería ni un segundo en recibir y darle explicaciones a la comisión de indignados institucionales -tres presidentes autonómicos y un ministro de Industria-que quiere ir a protestar por la resolución sobre el «tax lease». Y, en vez de armarme de paciencia para oírles decir que la UE es una coña sin ley y sin procedimientos, en la que solo mandan los holandeses y los alemanes, y donde lo único que funciona es la piratería, les daría un ejemplo de lo que no es serio ni lícito en el arte de la política. Y, lejos de perder el tiempo en oírles decir que un comisario puede hacer lo que le da la real gana -siempre que sea ¡por Dios y por España!-, y que hay que mantener el tinglado fiscal que succiona los recursos del Estado para convertirlos en beneficios privados, me juntaría con Durão Barroso y Luglio Tajani y me vendría 15 días a España a dar mítines, recibir a sindicatos, participar en tertulias y manifestaciones y explicarle a los españoles por qué estamos como estamos.

¿Y cómo lo explicaría? Pues así de fácil. A los polbeiros les diría que no pueden sacar pulpo a esgalla porque Feijoo los odia y porque no votan al PP. Y a los pensionistas que no les suben la pensión porque se lo quieren dar a los bancos. Y a los titulares de preferentes que la Xunta no les devuelve el dinero porque la conselleira de Facenda se opone. A los estudiantes les diría que no hay más becas, ni se rebajan las matrículas, ni se contratan buenos profesores y bien pagados porque quieren privatizar la educación a favor del Opus Dei. A los funcionarios les diría que los esquilman y los desilusionan para crear un caos en los servicios públicos y sustituirlos por gestores privados. Y lo que propondría sobre la sanidad, la cultura o la dependencia, tanto en Asturias como en Euskadi y Galicia, se reduciría a exigir pasta a caño abierto, no revisar las situaciones dudosas y dejar claro que los derechos del bienestar están fuera de la crisis, los ajustes y las mandangas.

Para remachar insistiría con vehemencia en que los tres presidentes y el ministro indignados son esclavos de la Troika y sus imposiciones, que solo buscan quedar bien con Merkel, aunque sea a costa de España, y que lo que en realidad esperan es jubilarse en Holanda con una pensión de lujo pagada por el capital financiero y los piratas que nos roban.

¿Qué es un poco duro todo esto? No lo creo. Porque eso, más o menos, es lo que nuestros genios de la demagogia nos hacen creer de Almunia, y lo que explica que una gran mayoría de los gallegos -incluidos los gurús mediáticos- crean que nuestros astilleros serían la envidia del mundo y un dechado de riqueza si no fuese ese bilbaíno, derrotado por Zapatero, al que solo le interesan las caricias de Merkel y el cazo del holandés. Y es que, bien pensado, ¡somos la leche!