¿Qué pasó con el rescate de España?

OPINIÓN

23 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Aunque el episodio de un posible rescate no está cerrado, tengo la impresión de que la economía española ha cambiado de fase, y de que, arrastrados por cientos de economistas y profesores que pronosticaron la catástrofe, somos muchos los que nos hemos columpiado en este asunto, y los que le debemos a Rajoy y De Guindos un reconocimiento sincero y un gesto de admiración. Porque, aunque es evidente que un rescate no es una tragedia, y que los sacrificios que nos hubiese impuesto la troika no serían muy diferentes a los que en realidad tuvimos que hacer, no cabe la menor duda de que el prestigio de España es ahora mayor, tras haber demostrado nuestros altos niveles de gobernabilidad y haber pasado de ser un problema para el euro a ser un respaldo para la cohesión europea.

Frente a estas alabanzas hay matices importantes, ya que, además de haber pedido un rescate parcial para la reestructuración bancaria, y de haber batido todos los récords de paro y desesperación social, también hemos dado tumbos increíbles y costosos en la concreción de unas políticas de ajuste cuya base fueron los salarios y el consumo familiar. El Gobierno dio la imagen de estar desbordado por los acontecimientos, y de seguir a ciegas las imposiciones de Merkel y Draghi, antes de ofrecernos una hoja de ruta clara y bien evaluada que pudiese ser explicada al ciudadano medio. Y el tantas veces titubeante presidente ni siquiera logró que la gente entendiese que el desastre social en el que estamos inmersos no procede de los recortes y las políticas de ajuste, sino del desorden presupuestario -público y privado- que precedió a la crisis.

Pero nada de eso debe empañar dos hechos importantes: que España de hecho no fue intervenida y que la mayoría de los economistas y empresarios importantes de este país ya reconocen que estamos tocando fondo, que hemos hecho las cosas razonablemente bien, y que el horizonte de la recuperación estará despejado a principios del 2014. Entre los que menos tienen que rectificar, si me permiten decirlo, estoy yo, porque nunca dudé de que el camino definido por Merkel y gestionado por el Gobierno era la única opción razonable. Pero creo que la honradez intelectual me exige reconocer expresamente que se ha evitado el rescate, porque en este hecho de tan simple enunciado se resumen mil soledades y sinsabores sufridos por quien sostuvo el pulso en solitario y sale ahora victorioso contra todo pronóstico.

Y así se explica lo que viene sucediendo desde el debate del estado de la nación: que mientras Rajoy recompone su figura de político responsable, inmune a Bárcenas y Gürtel, y con destellos de estadista, Rubalcaba se pierde por el camino de la demagogia rampante, mientras espera que Hollande pague de su bolsillo un crecimiento utópico y milagroso que no se resuelva en déficit.