Recuerdan a esos soldados que, abandonados por sus oficiales en medio de la batalla, cavan trincheras por puro instinto de supervivencia. Desorientados, sin mapa y sin brújula, su objetivo es solo resistir lo máximo posible. Esperar a que cese el bombardeo. A que escampe. Se saben dejados a su suerte. Y comprenden que, traicionados por sus mandos y sin ayuda, solo saldrán adelante con su propio esfuerzo y administrando con prudencia sus recursos.
Te los encuentras cada día en el trabajo, en la cafetería, en las reuniones en casa de los amigos, en tu propia familia o simplemente mirándote al espejo. Y más ahora que se acerca la Navidad. Los temas son siempre los mismos, con ligeras variaciones. «No me llega el dinero y ya lo tengo decidido. Si quiero seguir viviendo dignamente voy a tener que mudarme a una casa más barata». «Tendré que prescindir de la chica que viene a limpiar». «Menos carne y más verdura». «Se acabó la televisión de pago». «Voy a tener que dar de baja el seguro médico». «Usaré menos el coche y más el transporte público». «Con eso puedo ahorrar bastante al mes y seguir tirando. Que no es por mí, que no gasto un duro y me conformo con cualquier cosa, sino para que a mi familia no le falte nada».
No son pobres. Tienen la fortuna de tener trabajo, aunque el ERE pende sobre sus cabezas. Pagan religiosamente sus impuestos. Y la hipoteca. Pero también lo están pasando mal. Son eso que se viene en llamar la clase media. La columna vertebral de la civilización occidental. Y, sin embargo, los grandes olvidados de esta crisis. Ni el Gobierno ni la oposición se preocupan por ellos porque, al parecer, solo hay políticas y discursos para ayudar a los empresarios, a los banqueros, a los pobres o a los marginados. Pero si eres un asalariado de clase media, no le importas a nadie. Aguanta como puedas. Búscate la vida, porque no te van a echar una mano ni te lo van a poner fácil. Al contrario, te van a subir los impuestos cada año y tu sueldo va a bajar aunque suba el IPC.
Eres de derechas o de izquierdas. Maldices en privado a Rajoy o a Rubalcaba. Al que te toque. Pero, como ni tienes dinero, ni poder, ni influencia, ni tampoco rodeas el Congreso ni haces huelgas porque estás muy ocupado en mantener tu trabajo y en sacar adelante a tu familia, no cuentas para los políticos. No representas una amenaza. Eres un cliente fácil para ellos. Saben que tú eres una persona de orden y que, hagan lo que hagan, volverás a votarles en las próximas elecciones. Porque, al fin y al cabo, a ti te ha costado mucho poder llegar a votar como para cuestionar ahora el sistema. Todo el mundo sabe que sin ti no hay manera de salir de la crisis. Que si la clase media no prospera y no consume esto no lo levanta ni el más listo. Pero eres un cero a la izquierda para ellos. No harán nada por ti. Saben que aunque no te den nada vas a seguir cavando trincheras. Y que vas a esperar a que escampe.