Cómo hacer pobre a la clase media

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

03 abr 2012 . Actualizado a las 10:42 h.

A ntes, hace nada, había una forma de consolarse en medio de la crisis: el que tiene trabajo está mejor que nunca, porque mantiene su sueldo, pero bajan los precios de la vivienda y de la cesta de la compra y en el mercado hay más ofertas que nunca. La inflación lo desmentía, pero el petróleo llevaba la culpa. Era el consuelo del pobre, válido para que este país no se hundiera en el pesimismo y la desmoralización colectiva. Por lo menos, para que no se hundiera el conjunto de la nación. Hoy, ni siquiera eso vale. Para los que tienen empleo, la salvación de sus empresas exige recortes de salarios. Los bancos tampoco les dan crédito, con lo cual difícilmente pueden comprar algo que no sea el sustento diario. Para decir que hoy se gana más que hace un año en el mismo trabajo hace falta ser Alierta, Isla o ese gran directivo que cobra un bonus, justamente por haber mantenido o aumentado los beneficios de su empresa a base de echar trabajadores a la calle o de haberles bajado o congelado el sueldo.

Eso explica que, en el mismo ámbito laboral, una pequeña minoría sea cada vez más rica y el conjunto de la masa esté cada vez más empobrecido. Si esa realidad no fuera elocuente, los hechos la vienen a agravar. Unas veces porque lo quiere el Gobierno y otras porque la situación es incontrolable, ya no hay día en que no tengamos motivos para vernos más pobres. Cada día nos hacen más pobres. Este diario, por ejemplo, viene contando cómo suben los precios de los carburantes. Ni una jornada de tregua. Esta Semana Santa la gasolina está más cara que nunca, y luego quieren que llenemos hoteles y restaurantes, como si el dinero se pudiera estirar.

Después tenemos las subidas acordadas por el Gobierno. El gas empieza a ser un artículo de joyería. ¿Y qué me dicen de la luz? No es que suba un 7 %. Es que ese 7 % sube para los más necesitados: los del bono social, los que tienen contratados entre 3 y 10 kilovatios, dieciocho millones de usuarios. A quien tiene una gran casa y contratados más de 10 kilovatios se lo suben un 4,1 %, por aquello de ayudar a la industria. Y todo, destinado a pagar la deuda tarifaria de unas empresas eléctricas cuyo beneficio anual se aproxima al billón de pesetas y para mantener las subvenciones del sector.

Todo eso junto, gasolina, electricidad, la dependencia que también va a caer y lo que usted nota en su bolsillo en otros conceptos, revela el nuevo arte: el arte de empobrecernos cada día un poco más. Eso sí: no se le ocurra protestar, que es cosa de sindicalistas antiguos. No se le ocurra escribir de esto, que está contra el progreso de España. Acéptelo todo con resignación, que es la forma de hacer fiable a este país.