Los Yusta hacen piña en el Sar

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

XOÁN A. SOLER

Los padres del alero del Obradoiro viajan desde Madrid a cada partido de su hijo en Santiago

27 dic 2015 . Actualizado a las 15:22 h.

Pocas familias como los Yusta García pueden presumir de llevar con gusto tantos kilómetros de baloncesto a sus espaldas. Raúl y Lola, los padres del alero obradoirista Santiago Yusta, siempre estuvieron al lado de su hijo, desde que empezó a botar el balón. Quizás porque vivieron el deporte en primera persona, portero de fútbol el padre y alero de básquet la madre.

En el caso de Santi Yusta, Lola lo explica en un párrafo: «Siempre tuvimos claro, y él también, que le gustaba. Lo que le dijimos es que, si lo quería, nos sacrificábamos, y si no, que era una tontería». «Todo eso lo hacíamos sin saber si podía llegar a la élite», apostilla el padre. De hecho, los dos proclaman: «No va mal, pero tiene que seguir».

La singladura empezó en Torrejón. Pronto dio el salto a la cantera del Real Madrid. Ha pasado por las selecciones españolas de base. Y sus padres han estado a su lado, en los entrenamientos y en los partidos. Ahora viajan desde Madrid a Compostela cada vez que el Obradoiro juega en casa. Y, de los desplazamientos, solo se han perdido el del Gran Canaria. Hoy estarán en Murcia (21 horas).

Desde que empezó, lo acercaban en coche a cada entrenamiento y lo esperaban. La pasada campaña, en la que simultaneaba el Real Madrid y el equipo de EBA, fue de las más duras. «Por la mañana lo llevaba la madre con el primer equipo, tres días a la semana, -recuerda Raúl-. Y por la tarde me tocaba a mi hasta Pozuelo, con el EBA. Eran 60 kilómetros ida y 60 de vuelta. A veces, Santi comía o cenaba en el coche, al tiempo que estudiaba».

El joven alero, que tiene 18 años se las arregló para aprobar segundo de Bachillerato y la selectividad y ahora se ha matriculado en Comunicación Audiovisual. «Nunca suspendió -explica la madre-. Ha sido muy constante en los estudios. El curso pasado solo podía ir dos días al instituto. Para mí, tiene tanto mérito como entrenar. Los profesores supieron entender su situación, y le ponían los exámenes cuando podía asistir. Con un poquito de aquí, otro poquito de allí y su esfuerzo, lo sacó».

En verano empezaron a llegarle las primeras ofertas. Entre ellas la del Obradoiro, incluido un encuentro con Moncho Fernández que resultó definitivo. «Papá, nos tenemos que ir a Santiago». Y la respuesta fue: «No te confundas, te tienes que ir». Así ha sido, pero los primeros días tuvo a sus padres cerca, ahora los ve cada fin de semana, y su novia también ha dado el salto a Compostela. Una decisión que ahora celebran.

«Nunca pensamos que celebraríamos un triple contra el Madrid»

Santi Yusta recaló en el Obradoiro después de cinco años en las categorías inferiores del Real Madrid y de asomarse a la primera plantilla blanca la pasada campaña. Sus padres son socios del conjunto merengue. Y el martes, por vez primera, los Yusta se enfrentaron a su anterior equipo. «Nunca pensamos que celebraríamos un triple contra el Real Madrid», reconocen los padres.

Se les hizo raro ver al joven Santi anotando de tres ante su amigo Maciulis, pero lo celebraron. «Lo bueno es que no se puso nervioso -comentan-. Tiene una relación especial con los jugadores del Real Madrid. Fue muy bonito». De lo que no tienen duda es de que su escudo es el mismo que el que defienda su hijo. Y con el Obradoiro la identificación es plena. Cada partido en Sar se suman al Miudiño con devoción. «Nos sabemos las letra al 65 %», admite Raúl. Y Lola añade: «Al final de temporada nos podéis preguntar, que ya la tendremos controlada». «Es espectacular ese momento -apunta el padre-. Es algo que no habíamos vivido nunca, y hemos visto lo nuestro. Se te ponen los pelos de punta».

Mañana esperan estar en Murcia para presenciar el último partido del año. Y ya empiezan a darle vueltas al 2016: «Primero pedimos que el 2015 acabe bien. Y que el 16 sea igual o mejor, que haya salud y trabajo, y que sigan las buenas amistades».