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«Era como un muñeco en el agua»

ana f. cuba CEDEIRA / LA VOZ

SOMOS MAR

V Televisión

Una ola arrastró a este cedeirés durante el rescate de 11 marineros del «Novo Jundiña» y lo perdieron de vista

13 ene 2016 . Actualizado a las 16:01 h.

«Esto debe ser la hostia», pensaban Manuel García Iglesias (Cedeira, 1985) y su amigo Daniel Rey Piñón cuando veían el helicóptero de Salvamento Marítimo sobrevolando la costa cedeiresa. «Siempre tuvimos en la cabeza meternos en esto, él se adelantó (trabaja en el Pesca 2, en Celeiro) y después tiró de mí», cuenta este rescatador del Helimer 201, con base en A Coruña. «Superas unas pruebas físicas y tienes que tener temple y sangre fría, y pensar las cosas porque cada decisión que tomas te puede favorecer o perjudicar», explica.

El comandante, José Julián Abad, acertó -«gracias a Dios, todo salió bien»- cuando, la noche del domingo, el rescatador, a punto de iniciar el izado de los dos últimos tripulantes del pesquero coruñés Novo Jundiña, hundido a 57 millas del cabo Ortegal, fue arrastrado por un golpe de mar. «Habíamos subido a nueve y tenía a los otros dos ya preparados, estaba sentado en la balsa y de repente escuché una ola rompiendo, miré para atrás y ya nos envolvió, volcó la balsa y quedé suelto en el agua. Por suerte, los dos marineros se pudieron zafar de la eslinga», relataba ayer Manuel. «Era como un muñeco en el agua, daba aletas pero no avanzaba, intenté nadar hacia las balsas, pero el viento se las llevaba, fui incapaz», cuenta.

Entonces optó por detenerse, «para ahorrar fuerzas». «Y ya vi que mis compañeros decidían bajar al otro rescatador y acabar la evacuación de los náufragos». Mientras, él se iba distanciando cada vez más de las balsas salvavidas que, hábilmente, habían unido los tripulantes del Novo Jundiña. «El problema era el mar de fondo que había, yo era una cabecita, que ves que no ves, y al final nos perdimos... Cada embate del mar y cada ráfaga de viento me alejaba más de la balsa... Era una barbaridad, transcurrió poco tiempo pero se hace una eternidad». Al ver que el helicóptero se desplazaba «de forma inusual» se percató de que le habían perdido de vista.

Este joven rescatador, con tres años y medio de experiencia, activó la radiobaliza y una bengala, pero «el helicóptero pasó de largo». La comunicación por radio era imposible, «ni escuchaba ni transmitía», y las olas le sobrepasaban. Por suerte, se aproximó un mercante, alertado por la radiobaliza. «Pero hubo un momento de tensión, porque no sabía si me estaba viendo o no y seguía acercándose», recuerda. Hasta que reapareció el Helimer y, con la ayuda del buque y la cámara térmica, le localizaron. «Subiendo iba rezando 'que no se pare la grúa ahora, que no falle, por el amor de Dios'. Hasta que estuve en la cabina no me relajé, 'ahora sí, vámonos para tierra'. Conseguimos traer a los marineros, que era lo importante», resalta. En el agua pensaba en Daniel, su amigo, y en el Pesca 2, «ahí al lado, en Celeiro», que vendría a rescatarle si el Helimer tenía que regresar a tierra por falta de autonomía. Fue al primero al que llamó, nada más llegar a base y ducharse para entrar en calor. «Para mí ha sido el rescate más complicado, de largo, eran once personas y aquella negrura absoluta».