«De la Generación del 27 hablaba de todos menos de Alberti, al que le cogió odio»

Suso Varela Pérez
SUSO VARELA LUGO / LA VOZ

LUGO

OSCAR CELA

14 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El Museo Provincial abrió ayer el primero de una serie de capítulos para dar visibilidad a diferentes aspectos de la creación y de la cultura lucense. El primero en abrir este encuentro íntimo fue José Vázquez Cereijo, amigo personal de Maruja Mallo, entorno a la que pivota la exposición Olladas de Muller sobre a Guía Postal de Lugo, en la Diputación. Cereijo fue sincero y abierto en sus explicaciones sobre la Mallo más íntima: «Hay muchas biografías sobre ella, yo hablo de mis vivencias».

-¿Cómo la conoció?

-Mi padre estudió en la Residencia de Estudiantes de Madrid y allí venía Maruja con Dalí y Alberti a ver a Lorca y participaban juntos en muchas actividades. Con el paso de los años, un día arreglando la biblioteca vi números de Revista de Occidente con obras de Mallo y le pregunté a mi padre. ¡Pensaba que estaba muerta! A inicios de los setenta me la presentaron en una galería de Madrid, que regentaba la gallega Ana Vázquez, y a partir de ahí comenzó nuestra relación. Se levantaba de la cama poco antes de las cuatro de la tarde y cogía una lista y comenzaba a llamar por teléfono para hablar. Al final éramos tres pringados los que le atendíamos: Ana Vázquez, Manolo García Montenegro y yo.

-¿Era una desconocida?

-Totalmente. A nivel intelectual sÍ se conocía su obra, pero ella tampoco se dio a conocer mucho. No había nada a la venta, ni reseñas en prensa, ni tenía exposiciones. No pintaba nada.

-¿Fue gracias a usted como recuperó su faceta artística?

-Tampoco fue así. Llegó un momento en que la invité a que trabajase en mi estudio. Había gente joven que se preocupaba de ella. Comenzó a dibujar sus conocidos seres espaciales, estaba de moda el mundo del espacio. Hasta su firma se transformó, con rabos largos que en las puntas dibujaba un astronauta. Dio un cambio tremendo a su obra anterior, quizás quería ser más moderna, le parecía que aquello del espacio era ser vanguardista, poniendo a las obras nombres raros. Todo esto dio lugar a una exposición y de ahí comenzó la prensa y la televisión a venir por casa para entrevistarla.

-¿Le dio algún consejo, porque en su obra no influyó?

-Nada nada, ni admitía consejos ni los ofrecía. Tuvimos una relación distinta, no la llamaría ni de amistad. Ella solo quería estar rodeada de jóvenes, nada de mayores ni de mujeres. Eso sí, gracias a ella pude conocer de primera mano historias de la Generación del 27 y entablar amistad con Alberti.

-¿A quién le tenía cariño a quién no de aquella generación?

-Más que cariño a alguien en concreto, era a la época. Hablaba de todos, de Lorca, Dalí, Gregorio Prieto, de un viaje en camión junto a Miguel Hernández, pero de Alberti no quería ni oírlo. Fueron novios y Mallo le estaba preparando las ilustraciones de La pájara pinta cuando Alberti la abandonó por su posterior mujer, María Teresa León. Le cogió odio, me decía: «Alberti me dejó por una vagina».

-¿Le hablaba de Lugo?

-Nada, algo de Vigo, de Corcubión. Lo que tenía dudas era sobre su edad, porque me decía que había nacido en 1908 o 1910 y su primera gran exposición fue en 1928 para Revista de Occidente. Un amigo mío de Viveiro, el médico Fausto Galdo, me consiguió su partida de nacimiento, que fue en 1902.

-¿Se la valora hoy?

-Sí, con el paso del tiempo se han reconocido sus méritos. Yo intenté vender una carpeta de grabados que recreaban sus obras de los años treinta. Vendí seis o siete a 20.000 pesetas cada una. Veinte años después, una galería me compró 50 a 10.000 pesetas cada una, que luego las revendió a 50.000 pesetas. Hoy solo se consiguen por 10.000 o 12.000 euros. Yo me quedé con cinco (risas).

josé vázquez cereijo amigo de maruja mallo

«Se levantaba a las cuatro de la tarde y cogía una lista para llamar por teléfono»

«Vendí carpetas de su grabados por 10.000 pesetas. Hoy valen 12.000 euros cada una»