Álvaro Pombo: «Nosotros, en provincias, nos teníamos que inventar el mundo»

Pacho Rodríguez MADRID

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El escritor santanderino acaba de publicar «Un gran mundo», una nueva novela en la que regresa al universo de las mujeres y la burguesía franquista

09 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La casa de Álvaro Pombo (Santander, 23 de junio de 1939) da al cielo de Madrid. Caótico ático que es un vital relato de sus últimos treinta años en la capital. Tan espectacular, con tanta personalidad en tan poco espacio, con tanto duende y tanta magia, que el fotógrafo al darse de bruces con tal filón solamente le falta cantar ¡bingo! En todo el escritor ese tiempo no ha dejado ese hogar que es auténtico territorio Pombo.

Lejos de pensar en «si las paredes hablaran qué dirían», con el cántabro como interlocutor no hace falta ni pararse a meditarlo. Él lo hace además -hablar- con empatía y simpatía. Convaleciente de enfermedades y achaques, el autor de la celebrada Donde las mujeres -publicada en 1996 y que reedita ahora Destino- ha adelgazado bastante y lamenta tener aparcada su habitual gran actividad física. Porque, detrás de este intelectual, hay alguien que disfruta, y mucho, de una caminata, un paseo en bicicleta, gimnasio...

Un gran mundo, que acaba de aparecer editada por el citado sello del grupo Planeta, es su última novela. Y como es habitual en él -sirva la expresión vulgar-, te pasa por encima con una historia que siendo particular es una catarata de los recuerdos que conforman las biografías de las familias de provincias. Quien se someta a esta entretenida narración podría perfectamente cambiar los nombres propios de los personajes por los de su propia familia. Según va avanzando la entrevista, uno no puede dejar de pensar: «Ya no hay casas como la de Pombo. Y además reivindica el valor del periodismo. ¡Un gran tipo!».

-Antes que nada: muchas gracias por reivindicar la lectura diaria de los periódicos. Con lectores fieles y comprometidos como usted, este negocio de la prensa estaría a salvo...

-Hombre, por supuesto. Leo muchos periódicos. Todos los que puedo. Y por la tarde, leería más. Leo muchas cosas de opinión. La verdad es que es lo que más leo. A veces de gente que conozco, y que son amigos, y otras, de gentes que no conozco pero sigo y admiro. No sé si se debe hacer así o no, pero es lo que me gusta. Cuando me fui de España, me aficioné a leer periódicos. Compraba uno por la mañana y otro por la tarde. Eran los años buenos del periodismo. Yo me fui de España en el 66.

-Ya hablando de su nueva novela, Un gran mundo, puede decirse que es un retrato de un personaje irrepetible, pero el lector también encontrará mucho de lo colectivo. De esa España del franquismo...

-La novela se desarrolla en esa época que se llama el franquismo sociológico. Y que si lo piensas bien era el franquismo que había. Esa gente que formaba la burguesía de entonces eran franquistas todos. Esto era así. Y, hombre, era así sobre todo porque si no estabas fuera. La novela habla de esa época y de esa gente que se hacía llamar la buena sociedad. Y es lo mismo: la buena sociedad era franquista porque si no te quedabas fuera.

-Usted mezcla ese retrato con lo que es la arrolladora tía Elvira y esa voz que recuerda, y más o menos asegura, que no lo va a hacer desde el rigor sino desde la emoción...

-Es que este libro es más una evocación. De esa tía Elvira, de la juventud de entonces, del Madrid de aquella época, de los inicios de Marbella. Hay una realidad que está en tu cabeza y otra, fuera, que pueden coincidir a veces. Es la historia de cualquiera de cada uno de nosotros y su ciudad. O sea, que es también un poco lo de aquella intrahistoria que decía Miguel de Unamuno. Y tiene también algo de esa metafísica dualista, que hace juicios de buenos y malos. A la vez que hacemos eso tenemos que darnos cuenta de que todo era más relativo. Yo en el libro añado una posición irónica. De hecho, la persona que narra en mi libro toma partido. Critica a la protagonista, pero por otro lado la salva.

-Ya. En las primeras páginas se puede pensar en vaya varapalo que se va a llevar tía Elvira...

-Pero luego ves que no. No es tanto varapalo. Hay más fascinación. Era una persona frívola y fría, pero tía Elvira era más fascinante que otra cosa. Frívola pero fascinante, afrancesada, con una historia que en esos años de juventud fascina a los otros personajes.

-¿Hay que recordar aquellos años como mejores en lo que respecta a la construcción individual de la persona?

-No, no hay que tener nostalgia. Era diferente. Por ejemplo, no viajábamos tanto entonces. Bueno, no viajábamos nada. Nosotros, en provincias, nos teníamos que inventar el mundo. Ahora ves que la gente viaja y viaja. Nosotros vivíamos en un mundo más imaginario pero que era enorme. Era un mundo imaginado, y era un mundo muy hablado. A mí, que me gusta viajar, le puedo decir que disfruto casi más preparando el viaje que luego yendo a los sitios.