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Recuerdos de la vieja riqueza vinícola en la ribera de Valboa

CARLOS RUEDA / fRANCISCO ALBO MONFORTE / LA VOZ

AGRICULTURA

CARLOS RUEDA

Los viñedos dieron prosperidad en tiempos a una aldea de Vilar de Ortelle

02 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La producción de vino fue en tiempos la más importante fuente de ingresos para los vecinos de Valboa, una pequeña localidad situada a orillas del Miño en la parroquia de Vilar de Ortelle, en el municipio de Pantón. El ejemplo más representativo de la prosperidad que produjeron los viñedos está en la casa de A Lagariza, también llamada de A Portela, que poseía una de las bodegas más importantes de la zona. A ella iban a parar gran parte de las uvas cosechadas en los viñedos de la zona, como los de As Penelas, Valboa, Rubiás y Amboade. En el pueblo había un dicho que expresaba gráficamente esta riqueza: «Antes que na Portela falte o viño, faltará a auga no río Miño».

La viticultura cuenta con una larga tradición en estas tierras y la casa de A Lagariza conoció una etapa de esplendor a mediados del siglo XVII. En aquellos tiempos estaba formada dos dos edificios, situados uno a continuación del otro. La actual casa, la la construcción más próxima a la carretera que lleva a Ribeiras de Miño, conserva un escudo de armas colocado a la izquierda de la puerta principal. En él están representadas los símbolos heráldicos de las familias de los Montenegro, Arias, Ulloa y Lanzós. Por debajo de la anterior hay otra construcción, conocida como A Casa do Coxo.

De la parte inferior de la casa de A Lagariza sale un camino empedrado que lleva hasta la bodega pasando antes al lado de una fuente con un estanque que también forma parte de la propiedad. El estanque, con muros de gruesas piedras, llama la atención por sus notables dimensiones. La bodega está situada justo por encima y a pocos metros de la carretera que lleva a Valboa y A Míllara, una antigua que en tiempos recientes fue sometida a un proceso de restauración integral promovido por iniciativa privada.

De la aldea de Valboa salieron grandes cantidades de vino para ser vendidas en distintos lugares de la provincia. Las localidades de Becerreá y Monterroso eran los principales destinos de esta exportación en tiempos relativamente recientes. «De Becerreá viñan moitos camións con bocois, que aquí se chamaban medios», cuenta Jesús Expósito Vázquez, un vecino de Valboa. Cada uno de estos barriles contenía doce canados, lo que equivalía aproximadamente a cuatrocientos litros. Uno de los mejores clientes, recuerda por otro lado Expósito, era un almacenista de Becerreá que atendía por Pedro y que estuvo comprando vinos de Valboa a lo largo de muchos años.

En pellejos de cabra

En esos tiempos no había pistas ni carreteras en la zona y el transporte del vino desde las bodegas hasta los camiones tenía que hacerse por unos estrechos caminos que solo permitían el paso de un carro. Había tramos por los que solo podía pasar una caballería. Jesús Expósito señala que hace muchos años había que llevar el vino en pellejos de cabra, a lomos de caballos y mulos, hasta los lugares a los que podían llegar los camiones. «Despois deixamos de usar os pelellos e pasamos a utilizar o carro», añade. Tirado por una pareja de vacas, el carro se acercaba hasta los camiones para cargar los barriles o medios vacíos y llevarlos a la bodega, donde se llenaban de vino. Después había que subir con la pesada carga hasta los camiones que esperaban en el lugar de O Penedo, cerca de Ribeiras de Miño. Lo peor del trayecto era una fuerte pendiente que hay cerca del lugar de Ribela, conocida como Petada de Ribela. A menudo los hombres tenían que agarrar el carro y empujarlo para ayudar a las reses, que a causa del esfuerzo acababan en ocasiones con las patas delanteras dobladas.

Una de las mayores ventas de vino que recuerda haber hecho Jesús Expósito en tiempos recientes se hizo en los años noventa del siglo pasado. Fue un año con una gran cosecha y pudo vender 180 canados -más de 6.000 litros- a un almacenista de Monterroso. El vino se vendió a sesenta pesetas el litro.

Los vinos de

la zona viajaron durante muchos años a Becerreá

y Monterroso