Entre copas, a golpe de pedal

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

El catalán Marc Lecha recorre en bicicleta la geografía vitícola española. Galicia fue una de las escalas más impactantes por sus vinos singulares y el paisaje de la Ribeira Sacra

04 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A comienzos de semana, Marc Lecha se adentraba con su inseparable bicicleta por el Valle de Aezkoa. Una alfombra verde del Pirineo navarro, al pie del Camino Francés, salpicada de caseríos de postal. Por su aspecto, podría pasar por un peregrino más. No lo es. Regresa de tierras gallegas, pero no fue allí por la compostelana. De vuelta a Barcelona, después de 5.000 kilómetros a golpe de pedal, su credencial es un saco «de historias, aprendizajes, anécdotas y buenos amigos». Pronto cerrará el círculo que abrió al iniciar, hace seis meses, un original viaje por la geografía española del vino. La vía líquida es la constelación que lo guía.

La elección de la bicicleta no fue gratuita. «Es el medio de transporte que permite captar mejor y adaptarse lentamente a los cambios del paisaje», explica en el diario en Internet en el que cuelga fotos y reflexiones sobre cada etapa. «Siempre me ha gustado correr y he hecho mucha montaña en bici. Para un viaje así, tienes estar algo en forma. Más que nada, por mantener cierta regularidad. La verdad es que lo he llevado bien. Paro mucho. Ya sabes, si bebes no conduzcas», bromea al otro lado del teléfono.

Del Priorat al Sil

A Marc Lecha le gusta disfrutar del vino. El que refleja el paisaje de los lugares que atraviesa y la personalidad de sus elaboradores. Garnachas centenarias del Priorato o de San Martín de Valdeiglesias, viejas soleras de Jerez cargadas de sabiduría, albariños con el aire salino de Arousa o merenzaos profundos como los bancales del Sil, posiblemente el paisaje vitícola que más le ha impactado de todo su recorrido. Como en la escapada de los protagonistas de Entre copas, la película que puso de moda el pinot noir en Estados Unidos, la pasión enológica es el punto de partida de La vía líquida. Y, al igual que en la pantalla, el vino se acaba convirtiendo en un pretexto para otro tipo de viaje.

«Salí buscando bodegas y he encontrado paisajes, territorios, gente extraordinaria», relata el viajero. En Galicia, donde recaló el pasado mes de junio, ha elegido bien: José Luis Mateo, Xosé Lois Sebio, Bernardo Estévez, Manuel Formigo, Xurxo Albamar, Eulogio Pomares, Fernando Algueira... Bodegueros que elaboran algunos de los vinos más singulares en sus respectivas denominaciones de origen. «Galicia es la zona de España donde he percibido una vinculación con la tierra especialmente fuerte. Creo que parte de su potencial está ahí, es lo que distingue a sus vinos de los de otras zonas donde esos vínculos están más diluidos. En Galicia se van hacer algunos de los mejores vinos de Europa, es solo cuestión de tiempo».

Sed de saber

Licenciado en historia -historiador le parece una definición pretenciosa-, este barcelonés dedicó la mayor parte de su vida profesional a actividades relacionadas con el mundo del libro. «El vino siempre ha estado presente en la mesa en mi casa. Sin ser un enólogo, con el tiempo he conocido gente que me ha permitido entrar en ese mundo más a fondo». Hace un par de años se decidió al abrir en Barcelona con otros socios la tienda Vino Artesano. «¿Sabemos vender vino? No. ¿Somos sumilleres? No. Sentimos pasión por el vino y tenemos sed de saber más, sí», escribían entonces en un blog sus promotores. La aventura, sin embargo, duró poco. «No diría que nos haya ido especialmente mal. El tema de cerrar la tienda -reflexiona- se debió más a cuestiones de planteamiento. Tenía muy claro hacia dónde quería ir y hacia dónde no».

El proyecto de La vía líquida tomó cuerpo tras esa decisión, durante una ruta en bicicleta por los viñedos del Penedés. «¿Y si siguiese en vez de pararme en Barcelona?», se preguntó. En noviembre del pasado año hizo un primer esbozo de la ruta. Tres meses más tarde estaba en la carretera decidido a entender, a golpe de pedal, cuánto hay de cultura en el vino. Ya con la bici aparcada, de Barcelona se mudará al Rosellón, donde tiene previsto trabajar en la bodega de un amigo cerca de Perpiñán. Busca un proyecto vital ligado al viñedo y el impactante paisaje vitícola de la Ribeira Sacra aún le da vueltas en la cabeza: «¿Galicia? Por qué no. Si no tengo un pie allí, dejo el ojo puesto».