Alemania radicaliza el rechazo a los asilados

úrsula moreno BERLÍN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Una de las contramanifestaciones en Dresde contra Pegida.
Una de las contramanifestaciones en Dresde contra Pegida. reuters< / span>

Merkel condena a los islamófobos de Pegida, que protestan cada lunes en Dresde

16 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Los lunes comienzan a ser temidos en Dresde. Ayer esta ciudad del este volvía a ser escenario de una manifestación de más de 15.000 personas que bajo el patético nombre de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) protestaban, un lunes más, contra la presunta islamización del país. Dos contramanifestaciones en defensa de la tolerancia congregaban a casi igual número de personas.

Angela Merkel, como es habitual, ha esperado hasta que la opinión pública estuviera definida para pronunciarse. La preocupación es grande ante el número de adeptos que gana Pegida, fácilmente comprobable en las redes sociales. La canciller advirtió ayer que en Alemania rige el derecho a manifestarse, «pero no hay lugar para calumniar ni difamar a personas que proceden de otros países». Acto seguido instó a todos a «no ser instrumentalizados por los promotores de semejantes protestas».

Y es que, aparte de hooligans y neonazis, en ellas participan ciudadanos de clase media, preocupados por conservar su cultura y tradiciones y partidarios de endurecer el derecho de asilo. Pegida se alimenta de la xenofobia, del miedo de quienes temen que en diez años haya más mezquitas que iglesias. Un miedo infundado, ya que frente a los 6.000 salafistas que pueda haber en Alemania (tendencia en aumento), conviven de forma pacífica casi 4 millones de musulmanes.

Para el ministro de Justicia, Heiko Maas, Pegida es una vergüenza para Alemania y afirma que en las marchas hay personas «afines a la xenofobia». Sigmar Gabriel, el vicecanciller socialdemócrata, exigía que quienes «no sean neonazis y se manifiesten se distancien de ellos».

Entre las pancartas volvía a leerse «Wir sind das Volk» (nosotros somos el pueblo), que era el lema de los germano-orientales que en 1989 expresaban su descontento con el Gobierno. El partido euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD) se declara simpatizante de Pegida y su presidente, Bernd Lucke, insiste en que la mayoría de sus reivindicaciones son legítimas.

No solo AfD se acerca a los manifestantes. El secretario general de CSU, el socio bávaro de Merkel, por ejemplo, criticaba las palabras del ministro de Justicia, porque no se pueden «banalizar los temores de personas que se manifiestan de forma pacífica». Pero también desde Die Linke Petra Pau reclama que todos los partidos se pregunten qué comunicaron mal a sus votantes para no haber sabido gestionar los miedos y generar tanto malestar.