El poder cambia de manos en Kiev

Miguel A. Murado CONFLICTO CIVIL EN UCRANIA

INTERNACIONAL

23 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Una cosa está clara: el acuerdo que había conseguido cerrar la Unión Europea entre gobierno y oposición en Ucrania ha resultado ser papel mojado. La oposición, simplemente, ha tomado el poder. «Un KO», lo llamó el líder de la oposición Vitali Klichko, antiguo campeón de boxeo. Pero tampoco se trata de una revolución: el gobierno vuelve a manos de los partidarios de Yulia Timoshenko, rivales del caído presidente Yanukóvich pero tan parte del sistema político clientelar ucraniano como él.

A favor del nuevo gobierno juega, precisamente, ese sistema clientelar que hasta ayer sostenía a Yanukóvich pero que hace que quien pierde el poder pierda todo apoyo. Los oligarcas ya han empezado a cambiar sus apuestas de sitio, salvo quizás Rinat Ahmetov, demasiado comprometido con el líder caído. Una treintena de diputados habían cruzado ayer, metafóricamente, el pasillo de la Rada (Parlamento) para votar la destitución de que hasta el minuto antes había sido su jefe de filas. No es muy elegante pero es útil porque permite limar los problemas de legitimidad que había creado esta situación, además de adelantar las elecciones a mayo, algo esencial para prevenir una espiral de caos.

Los grupos radicales, que recorrían ayer las calles de Kiev ataviados como desertores de la primera guerra mundial, insisten en que son ellos quienes han hecho caer a Yanukóvich, lo cual es cierto, y que no aceptarán un simple «cambio de caras», pero la dinámica no les favorece. Pudieron enfrentarse a Yanukóvich porque contaban con el beneplácito de la oposición parlamentaria. No es probable que la población, traumatizada por la violencia de los últimos días, vaya a apoyarles si deciden seguir. El nuevo ministro del Interior, un peón fiel de Timoshenko, se encargará de que no lo hagan.

Las regiones rusófanas

El verdadero problema se plantea ahora en las regiones rusófonas del este y sur del país, donde las autoridades locales se niegan a reconocer al nuevo poder en Kiev, con invitaciones, incluso, a formar milicias de autodefensa. No está claro hasta qué punto estos llamamientos pueden encontrar eco entre la población. Para detener la inercia de su caída, el presidente depuesto tendría que hacerse fuerte muy rápidamente en esta parte el país, y esto, aunque no imposible, parece difícil. Es el perdedor y no tiene gran cosa que ofrecer.

Y por último está Crimea. Es un caso diferente porque allí no se trata de que la población apoye a Yanukóvich sino de que se siente rusa, de hecho lo fue hasta que Kruchev decidió regalar la región a Ucrania. La tentación de aprovechar la crisis para buscar la anexión a Rusia es muy grande y ayer circulaban en la prensa rusa algunas declaraciones preocupantes, en el sentido de que Moscú estaría «dispuesto a ir a la guerra» por esta península en la que mantiene todavía una de sus bases navales más importantes.

Un conflicto internacional por Ucrania tendría implicaciones tan graves que resulta difícil contemplarlo, pero no es inverosímil si la crisis se agrava aún más entre el este y el oeste del país. Todo dependerá de lo que tarde en estabilizarse el país. Por el bien de Europa, más vale que esta vez los políticos ucranianos estén a la altura de las circunstancias.

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