Regreso a la Casa Blanca una década después

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INTERNACIONAL

ANDREA COMAS

Rajoy se reunirá con Obama en el Despacho Oval once años después de la visita de Aznar a Bush

05 ene 2014 . Actualizado a las 10:44 h.

Entre la fidelidad ciega de José María Aznar y el aislamiento de José Luis Rodríguez Zapatero, el Gobierno de Mariano Rajoy ha optado por el término medio en sus relaciones con Estados Unidos. El Ejecutivo presume del trabajo realizado en sus dos años de gestión, en los que asegura ha conseguido devolver la armonía a unos vínculos que nadie niega que se vieron debilitados bajo el mandato socialista. Desde su llegada a la Moncloa el viaje a Washington ha sido el más deseado por Rajoy y el más trabajado por la diplomacia de Exteriores. Aún así ha tenido que esperar medio mandato para una cita que se cerró de manera informal durante una conversación entre el jefe del Ejecutivo y Barack Obama en el gimnasio de un hotel de Sudáfrica durante el funeral por Nelson Mandela a principios de diciembre. Aunque con anterioridad los dos mandatarios ya habían mantenido contactos esporádicos en dos reuniones del G-20 o en la Cumbre Mundial de Seguridad Nuclear de Seúl, será el 13 de enero cuando Rajoy pise por primera vez el Despacho Oval, para abordar una intensa agenda bilateral. La visita del presidente del Gobierno a la Casa Blanca escenificará lo que, según Charles Powell, director del Real Instituto Elcano, es un buen momento diplomático en consideración de ambas partes tras el enfriamiento que las relaciones sufrieron bajo los mandatos de Zapatero

«La retirada de Irak proyectó una sombra bastante alargada. El malestar estadounidense no se produjo por sacar a las tropas sino por la celeridad con que se hizo», apunta Powell, quien añade que «en las relaciones internacionales la confianza es un bien intangible que si se quiebra es muy difícil de reconstruir». Eso pasó con el gesto del socialista. Powell alude a varios hechos concretos para demostrar que esa confianza se ha recuperado. El primero es la elección de Rota como base permanente de cuatro destructores estadounidenses en el marco del escudo antimisiles. «Para Estados Unidos se trata de un lugar de alto valor estratégico de cara a su proyección hacia África y el Mediterráneo, y para España puede suponer un empuje económico para la provincia de Cádiz», explica el director de Elcano. También en el plano militar destaca la presencia provisional de una fuerza de combate de 600 marines en la base sevillana de Morón.

España ha hecho un gran servicio a Estados Unidos al acoger, aunque sea de forma temporal, una fuerza destinada a que no se repitan sucesos como el asalto a la embajada estadounidense de Bengasi en el que fallecieron cuatro de sus ocupantes, incluido el embajador en Libia. Desde Sevilla esos soldados pueden desplegarse en un breve espacio de tiempo en distintos puntos del norte de África. En abril expirará el permiso para que el contingente continúe en Morón y todo parece indicar que no se renovará salvo si se produce una especial petición del Pentágono, que parece más proclive a trasladar estas fuerzas a África.

En el apartado de asignaturas pendientes se encuentran las evasivas de Washington para limpiar la playa de Palomares, contaminada por el plutonio de las cuatro bombas nucleares que cayeron allí en 1966. Hillary Clinton se comprometió como secretaria de Estado a que se llevaría a cabo esta operación, pero no cumplió su palabra, España, según fuentes diplomáticas, insiste sobre ese tema en todas las reuniones de alto nivel y no sería de extrañar que Rajoy también lo haga ante Obama. No abordará, en cambio, el caso del cámara de televisión José Couso, abatido por disparos de militares norteamericanos en la guerra de Irak en el 2003 y cuya declaración es reclamada sin respuesta desde la Audiencia Nacional. Aunque España haya levantado la voz menos que otros países el escándalo de las supuestas escuchas ilegales también ha causado hondo malestar en el Ejecutivo, máxime cuando el propio Rajoy pudo haber sido uno de los espiados. El Ministerio de Asuntos Exteriores ha solicitado en distintas ocasiones, y siempre sin éxito, explicaciones sobre la actividad de la NSA en España.

A pesar de que mantener una buena sintonía con Washington debe ser un objetivo para cualquier Gobierno español, no es el único. Powell apunta que «la integración europea debe ser la máxima prioridad». «La relación con Estados Unidos debe ser compatible con la de los socios europeos y América Latina. Hay que mantener un equilibrio aunque esto no siempre resulta fácil de conseguir», sostiene.

Lo cierto es que con la excepción de la época de Aznar las relaciones con Estados Unidos nunca han resultado sencillas. Ni con la democracia ni antes de ella. Franco fue ninguneado por Washington y forzado a firmar un acuerdo para la instalación de bases militares norteamericanas no demasiado honorable. Durante la transición, Estados Unidos siempre miró con desconfianza a España. Para el recuerdo quedó la frase de la noche del 23-F del entonces secretario de Estado, Alexander Haig, cuando afirmó que «el asalto al Congreso de los Diputados (la intentona golpista de Tejero) es un asunto interno de los españoles».

Con Felipe González los escollos en sus primeros años al frente del Gobierno llegaron por el referéndum sobre la continuidad en la OTAN o la reducción del número de tropas estadounidenses sobre suelo español. Sus últimas decisiones, como la de apoyar la primera guerra de Irak con el envío de una fragata al Mar Rojo, sirvieron sin embargo para superar desconfianzas. La luna de miel con Estados Unidos llegó con Aznar en la Moncloa y George W. Bush en la Casa Blanca. Fue tal la dedicación que prestó España al otro lado del Atlántico que muchos acusaron a Aznar de abandonar Europa para arrojarse a los brazos estadounidenses. El entendimiento entre Washington y Madrid se materializó en la ayuda estadounidense en la lucha contra el terrorismo y el apoyo español a la invasión de Irak en contra de la mayoría de los socios de la Unión Europea y de la opinión pública española. El jefe del Ejecutivo llegó a visitar la Casa Blanca hasta en nueve ocasiones y tuvo en el presidente estadounidense al aliado que no encontró con el francés Jacques Chirac, con el que nunca mantuvo una relación cordial, o el alemán Gerhard Schröder, del que le separaban diferencias ideológicas. La buena sintonía heredada de Aznar la dilapidó Zapatero en apenas 24 horas, las que tardó en retirar las tropas de Irak nada más llegar a la Moncloa, una decisión que Estados Unidos nunca perdonó, como reconoció el exembajador en Madrid Alan Solomont, que antes de asumir el cargo fue advertido en Washington de que «España no era un socio tan de fiar». Pero esos recelos parecen haberse esfumado. Rajoy lo podrá comprobar en el sofá del Despacho Oval dentro de ocho días. Una viaje de 48 horas que incluye además una visita al Capitolio y a la Bolsa de Nueva Tork.