«Disparaban directamente a la cabeza desde helicópteros»

La Voz

INTERNACIONAL

16 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ni llanto, ni ira, ni desesperación. Los familiares de los muertos en la represión del pasado miércoles buscan en las listas de los hospitales y las mezquitas a sus desaparecidos, como en estado de shock. «Busco a mi hermano Mohamed Saidún. Tenía 35 años, está en la lista de muertos». Samir salta impertérrito entre cadáveres para poder moverse por la mezquita de Al Imán, en busca de una sábana blanca que al destaparla enseñe el rostro de su hermano.

Ola Abdul-Fatah mira la que tapa el cuerpo de su hijo de 16 años, muerto por un disparo en la cabeza. «Nos rodearon. Había tres helicópteros sobrevolando la acampada y empezaron a disparar. Disparaban directamente a la cabeza», señala Taha Ahmed AL Marsi la suya, mientras sacude sus pantalones manchados de sangre por transportar cadáveres.

El doctor Mustafá es uno de los cuatro voluntarios que certifica, de manera pseudo oficial, la muerte de los que llegaron del hospital de campaña y los alrededores de Rabaa al Adawiya, donde se produjo el desalojo. Asegura que hasta ayer no llegaron forenses oficiales para emitir los informes que acrediten que su muerte no fue natural. Alerta por tanto que se trata de muertos que todavía no constan en las cifras oficiales. «Muchos están sin identificar, no tenían carné de identidad».

Féretros y cuerpos envueltos en sábanas son transportados de una zona a otra de la mezquita. «Aquí están las mujeres. Casi toda esa fila son de cuerpos calcinados, porque prendieron fuego al hospital de campaña», va mostrando Sameh que se ofrece como voluntario para ilustrar la macabra escena.

Islam se protege la nariz para evitar el hedor de uno de los cuerpos que acaban de destapar. «Mataron a cientos. Vi a la policía como jamás lo había visto antes», reprocha pausado, «soy musulmán, sí, pero no soy terrorista». Según el portavoz de los Hermanos Musulmanes, el recuento y la identificación continuaban ayer en tres mezquitas, tres hospitales y dos morgues.

Ola Abdul cree que ya ha pagado un alto precio con la muerte de su hijo, pero volverá a participar en la protesta de hoy. «La libertad no es gratis, y no tengo miedo a morir», confiesa.