El mundo cae en la distopía

Leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

El Foro Económico Mundial sostiene que el contrato social corre peligro en Occidente

15 ene 2012 . Actualizado a las 07:07 h.

Los aficionados a la ciencia ficción saben muy bien de qué se trata: el mundo inhóspito de 1984, la angustia existencial de Blade Runner, el paisaje posdarwinista de La Carretera. Se llama distopía, describe un futuro de pesadilla infinitamente peor que el presente y hasta ahora pertenecía al reino de la literatura. Era un subgénero que, por oposición a la utopía, se proponía alertar de los peligros de no poner coto a los males que denunciaba.

Sí, ha leído bien: «era», en pasado, porque se acaba de producir un salto apreciable. La distopía ha entrado en los diagnósticos de los institutos de prospección más serios, como ilustra el informe publicado esta semana por el Foro Económico Mundial sobre las 50 amenazas más importantes para los próximos diez años. El análisis muestra «una constelación de riesgos fiscales, demográficos y sociales que señalan un futuro distópico para una gran parte de la humanidad»: una vida «llena de dureza y vacía de esperanza», resumen los autores.

Antes de entrar en materia parece oportuno puntualizar que el Foro Económico Mundial no es un grupo catastrofista, influido por la profecía maya de que la Tierra llegará a su fin en el 2012. Es el observatorio del que se ha dotado el capitalismo suizo para mantenerse al tanto de lo que ocurre en el planeta y no perder competitividad como referencia global. Aunque no acierta siempre ni en todo, sí traduce bien las ideas y los estados de ánimo dominantes en los grandes centros de poder del mundo. El sentimiento que impera este año es el pesimismo.

Los redactores del informe argumentan que las corrientes fiscales y demográficas en marcha podrían revertir las «ganancias» conseguidas gracias a la globalización y hacer aparecer, donde antes había países ricos, una «nueva clase de Estados críticamente frágiles», incapaces de atender sus obligaciones sociales. Y añaden: el contrato social que ha sido la base de la prosperidad en Europa, Norteamérica y Japón corre el «peligro de ser destruido».

Los trabajadores que se acercan a la jubilación temen recortes en los derechos que han dado por seguros toda su vida y, al mismo tiempo, los jóvenes adultos descubren que la escalera de la movilidad social por la que ascendieron sus padres se ha quedado sin peldaños o ya son solo descendentes. Tanto si forman parte de la minoría con trabajo como si no logran salir del paro, se encuentran emparedados entre la necesidad de sostener a una población creciente de mayores y el diktat de la austeridad.

Retrocede, de este modo, la esperanza sobre el futuro «a una escala sin precedentes en todo el mundo», una afirmación que casa con los datos de las encuestas de Gallup en el 2011. Allí donde se realizaron, muestran que el nivel de vida de los entrevistados desciende globalmente y que, en paralelo, crece su malestar, «exacerbado por la crudeza de las disparidades de ingresos». Un descontento tan extendido es un peligro para la estabilidad. Si no se adoptan medidas viables, podría «venirse abajo» la globalización devorada por «el proteccionismo, el nacionalismo y el populismo».

El informe, que como se observa en el gráfico vincula la probabilidad de conjurar un gran número de riesgos globales a que se produzcan avances en la gobernanza mundial, tampoco es alentador sobre este particular. La cuarta parte de los 469 expertos consultados sostienen que no existe un liderazgo planetario que ayude a encarrilar los problemas comunes. Como consecuencia, advierten los redactores, puede sobrevenir un círculo vicioso. La «desilusión» y la «frustración» que causa observar la falta de soluciones universales abren la puerta a eventuales regresiones de la conectividad global, lo que, a su vez, complicará aún más frenar los avances de la distopía.

El Foro Económico Global no es el único que repara en esta cuestión. Ian Bremmer, el autor que junto a Nouriel Roubini acuñó el concepto de G-Cero para describir la falta de dirección al frente del mundo, califica como el «macrotema» del 2012 el hecho de que, cuando más se les necesita para hacer frente a los retos globales, los principales jefes del planeta estarán absortos en sus agendas domésticas. Muchos conflictos con soluciones posibles se pudrirán en parte por esto.

La esperanza sobre el futuro cae a una escala sin precedentes, advierte el Foro