La Tomatina, una batalla campal con tomates

La Voz REDACCIÓN

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Buñol ha celebrado este miércoles el setenta aniversario de esta fiesta internacional batiendo sus propios récords

26 ago 2015 . Actualizado a las 18:25 h.

La Tomatina ha traspasado fronteras y forma ya parte del vocabulario popular de prácticamente todas las nacionalidades. La batalla de hortalizas más grande -y popular- del mundo se celebra cada año en un pequeño pueblo valenciano. Buñol, cuya población no llega a los 10.000 habitantes, ha conquistado a propios y ajenos gracias a su peculiar baño rojo.

La Tomatina, que este miércoles celebra su 70 aniversario con la participación de más de 22.000 personas de 96 nacionalidades, batirá su propio récord con el despliegue de seis enormes camiones y más de 150.000 kilos de la encarnada verdura. Taiwan, Kuwait, Barhein, Afganistán, Fiji o Nepal contarán con su peculiar representación en una de las batallas más conocidas. Sin embargo, los españoles, los británicos, los japoneses, los indios, los australianos y los americanos seguirán siendo los principales visitantes de la popular fiesta de Buñol.

En esta edición La Tomatina tiene más tomates que nunca. Hasta siete camiones (uno más que en el 2014) repletos de esta verdura que se plantan en el centro del pueblo dispuestos a ser saqueados por todos los participantes. Además, todos aquellos que no hayan podido acudir hasta Buñol tienen el consuelo de poder participar en una tomatina virtual a través de un juego oficial para móviles: Tomatina Defense.

Nada hacía pensar en el año 1945 que el ataque de ira de un buñolense acabaría por situar a esta pequeña localidad en el mapa de todo el mundo. Los típicos gigantes y cabezudos que amenizaban las fiestas del lugar, fueron los causantes de que las tradiciones dieran paso a la revolución por la que hoy se conoce a Buñol. El último miércoles del mes de agosto de hace setenta años, dos jóvenes decidieron hacerse un hueco dentro de la comitiva del desfile con un ímpetu que molestó a alguno de los vecinos que participaban. El ataque de ira de este implicado y un capricho del destino -que quiso colocar al alcance de su mano un puesto de verduras- provocó que aquella tarde, Buñol acogiera una enfurecida batalla entre una multitud cargada con tomates. La Tomatina había plantado su semilla. La irrupción de las fuerzas del orden público en aquel peculiar festín no consiguió enterrar lo que, sin querer, ya se había convertido en tradición.

Un año después, y con el regustillo de la experiencia en la memoria colectiva, los culpables de haber encendido la Tomatina regresaron al lugar para provocar la batalla, esta vez de forma voluntaria y con los tomates traídos de casa. Aunque la policía dispuso todos los medios posibles para disolver la concentración una vez más, los jóvenes habían hecho historia. En los años 50, la Tomatina se topó de bruces con el férreo control del franquismo. A pesar de sus continuos intentos, los participantes lucharon por continuar con una tradición que les llevó incluso a visitar en más de una ocasión el calabozo. La reunión de los principales agentes del pueblo consiguió levantar las prohibiciones y hacer oficial una fiesta que cada año se volvía más multitudinaria y exaltada.

Poco duró la juerga. La Tomatina fue cancelada una vez más en el año 1957. La amenaza era mayúscula: sanciones y penas de cárcel para los que osarán lanzarse un solo tomate. Ese año la Tomatina se tornó en un gran sepelio. Los vecinos, como señal de protesta, decidieron cambiar la batalla por el entierro del tomate, una peculiar manifestación que les llevó a pasear un ataúd con una gran verdura dentro. Contra el ingenio de los ciudadanos, nada pudo hacer la censura. Dos años más tarde la Tomatina se convertía en la fiesta oficial del pequeño pueblo de Buñol.

Un reportaje emitido en TVE en 1983 y la declaración en el 2002 de Fiesta de Interés Turístico Internacional han convertido a la Tomatina en mito. Su éxito y fama ha provocado que incluso varias ciudades asiáticas hayan decidido copiar la idea. Localidades de Colombia, Chile, China, Corea del Sur y Costa Rica han replicado la Tomatina con una fiesta algo más humilde. Y es que ya lo dicen los buñolenses: «Tomatina, solo hay una».