Fe y corazón hasta el minuto 90

Míriam V. F. VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

El celtismo se movilizó para recibir al equipo y lo aclamó tras la eliminación

12 feb 2016 . Actualizado a las 11:08 h.

Convocar a la afición para recibir a un equipo que trataba de remontar un 4-0 adverso en una eliminatoria de Copa podía parecer un fracaso asegurado. Algunos podrían verlo como algo inútil, una pérdida de tiempo. Pero el celtismo volvió a hacer gala ayer en la previa del choque frente al Sevilla de una fidelidad inquebrantable. Porque aun sabiendo que las posibilidades eran mínimas, centenares de aficionados tuvieron claro que iban a apurarlas hasta el final.

La rotonda de Balaídos era el punto de encuentro y las 19.00 la hora fijada. Minutos antes, la zona comenzó a teñirse de celeste, para después pasar al rojo intenso del bengaleo que la afición viene reservando en los últimos tiempos para las grandes ocasiones. La hinchada afinó las gargantas para transmitir a los suyos que no estaba todo perdido.

La plantilla captó un mensaje que, al fin y al cabo, era el mismo que les había hecho llegar Berizzo en los últimos días. Iban a salir a por el partido, a atacar, a intentarlo hasta el último suspiro. Y Balaídos, aunque lejos del lleno, rugió desde el minuto uno, desafiando a una incómoda afición visitante que perdió las formas más de lo deseable y que cayó en la provocación reiterada. Incluso la policía tuvo que intervenir para atajar los altercados entre las dos aficiones en la grada de Gol, donde un nutrido grupo de sevillistas fueron colocados previo desalojo de los socios de esas localidades.

Pero el celtismo seguía a lo suyo. Creyendo con el empate a ceros a pesar de que los minutos iban transcurriendo y el reloj jugaba en contra. Creyendo también con el 1-0, viniéndose arriba con el 2-0 y gritando «sí se puede» cuando casi sin tiempo a saborear el segundo de Aspas, el luminoso ya reflejaba el 2-1. No faltó la indignación con el colegiado en la acción del penalti, pero casi no hubo tiempo tampoco para eso, porque después tocaba corear el nombre de un Guidetti que falló la pena máxima, pero que fue aclamado como si hubiera marcado.

Con el 2-2, el realismo se imponía definitivamente a una ilusión que hasta ese momento parecía poder desafiar cualquier barrera. Pero a punto de terminar el partido, sonó la Rianxeira. Y la ovación del final sabía a victoria. El celtismo tuvo presente que hace menos de tres años se salvó del descenso de milagro y que ayer jugaba una semifinal de Copa tres lustros después. No hubo 4 %, pero la afición sigue creciendo junto con el equipo de manera exponencial.