De la cima del BNG a romper el carné

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

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Xavier Vence sigue la estela de Beiras y de Quintana y deja el frente en la víspera de la asamblea que consolidará a Pontón

16 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A nadie le ha sorprendido su adiós. Xavier Vence Deza se había quedado completamente solo en el Bloque, arrinconado, sin apenas margen de maniobra. De hecho, era una de las últimas voces críticas que quedaban por irse del frente, inmerso ahora en un autoproclamado proceso de refundación, y que en realidad más bien podría definirse como un proceso de reafirmación. En lo sustancial, nada ha cambiado en el proyecto que se fundó en Riazor en 1982. Ni su marca, ni su modelo, ni sus principios. Simplemente, ha encontrado una nueva líder, Ana Pontón, que ha sido capaz de frenar una caída electoral justo cuando todo parecía indicar que iba derecho a estrellarse en la más absoluta irrelevancia electoral. El adiós de Vence supone que el Bloque pierde a su tercer portavoz nacional en apenas un lustro, un hecho insólito en el panorama político comparado. Primero fue Beiras, que se marchó tras la convulsa asamblea de Amio de enero del 2012; y luego Anxo Quintana, que formalizó su adiós hace tan solo un año, mucho tiempo después de que pasara al ostracismo político tras el revés electoral de abril del 2009, cuando el bipartito perdió la Xunta.

El adiós de Vence se daba por hecho después del resultado de las últimas autonómicas. La clave era saber cuándo se oficializaría. En estos casos, el momento elegido nunca es una cuestión baladí. El ex portavoz nacional envió la carta para solicitar su baja el pasado lunes, es decir, a solo dos semanas de una asamblea nacional en la que el Bloque, sin apenas disidencia, exhibirá una cohesión interna inédita y que también servirá, principalmente, para consolidar la emergente figura de Ana Pontón. Enviada la carta, la noticia de su baja ya no estaba en sus manos. Y como suele ocurrir en este tipo de casos, acaba trascendiendo más tarde o más temprano.

Vence llegó a la portavocía nacional del Bloque en marzo del 2013, un año después de la fractura histórica del frente. Sucedía en el mando a Guillerme Vázquez y fue el rostro que abanderó el giro soberanista del Bloque. Entonces no existían ni Podemos ni las mareas, pero había aparecido en escena el embrión de todo aquello. Alternativa Galega de Esquerda, una alianza liderada por Beiras en la que una parte del nacionalismo pactaba con la izquierda española, había logrado superar en escaños al Bloque meses antes y relegarlo a la cuarta posición en las autonómicas celebradas en el otoño del 2012. La respuesta del frente fue más nacionalismo, y más soberanismo, y quien puso cara a aquel giro fue el propio Vence, que había estado vinculado hasta entonces a la organización, pero que era mucho más conocido por su carrera académica en la ciencia económica.

El desenlace posterior de los hechos puso en evidencia que aquella estrategia no sirvió para frenar la vertiginosa pérdida de apoyo electoral. Al contrario, más bien parecía acelerarla. Así que, con Vence al mando, el BNG fue cosechando más reveses.

El corolario de aquella deriva fue la pérdida de representación en el Congreso por vez primera desde 1996, un serio contratiempo que se consumó en las generales de diciembre del 2015 y en su repetición en junio del 2016. Internamente, es cierto que Vence llevaba ya mucho tiempo librando un pulso con la UPG para introducir cambios, pero el partido mayoritario se mostraba inamovible en sus principios.

Vence dejó la portavocía hace un año, y el cargo pasó a manos de Ana Pontón. Entonces, en el horizonte solo se veían sombras. Pero el ex portavoz nacional hizo un último intento de cambiar las cosas en verano, antes de las autonómicas, justo después de que se consumara la debacle de la pérdida de representación en el Congreso.

Vence lideró el Chamamento de Vidán, una propuesta que abogaba por un acercamiento con la marea. Entonces, había gente a su lado. Pero el inesperado resultado electoral, que permitió al Bloque conservar el grupo propio en O Hórreo, no solo reafirmó a la línea oficial en su negativa a pactar con fuerzas de obediencia estatal, sino que hizo que algunos de los que estaban con él en su causa lo abandonaran. Sin apoyo, solo le quedaba coger la puerta de salida.