La prescripción de fármacos genéricos se cuadruplica en 6 años y supera el 43 %

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

CARMELA QUEIJEIRO

Parte del plus de productividad de los médicos está vinculado al gasto en recetas

03 ene 2017 . Actualizado a las 15:33 h.

El cartel escrito a mano que un médico de Chantada colgó en la puerta de su consulta, y en el que asegura que el Sergas le reprendió por no prescribir fármacos genéricos, ha puesto encima de la mesa de nuevo el debate sobre el gasto en medicamentos. Porque a todas luces es evidente que una factura que supera los mil millones de euros al año exige medidas de racionalización, pero también debe respetarse la autonomía del médico.

Los genéricos son una realidad en el Sergas desde hace años, pero hasta hace menos de una década eran una minoría en el grueso de medicamentos prescritos. En el año 2009, el 10,74 % de las recetas emitidas por los facultativos eran de este tipo, frente al 43,3 % en diciembre del 2015. Esto supone que en seis años se han cuadruplicado, hasta el punto de que actualmente casi la mitad de los fármacos recetados son genéricos. Una de las consecuencias directas es el coste medio por receta. Si en el 2009 era de 14,59 euros, entre diciembre del 2015 y noviembre del 2016 se situó en 11,08 euros. ¿Y qué es un genérico? Un medicamento que tiene la misma composición cualitativa y cuantitativa en cuanto al principio activo que un fármaco de marca, se presenta en la misma forma y tiene bioequivalencia. Estos fármacos salen al mercado cuando el medicamento innovador ya ha agotado su patente -en torno a diez años- y tienen un precio mucho más bajo porque no necesitan amortizar los costes de la investigación. Sí hay diferencias en los excipientes que llevan, sustancias inactivas que no tienen efectos terapéuticos pero que ayudan a la conservación o ingesta.

Desde hace años los acuerdos de gestión que el Sergas firma con sus gerentes de áreas sanitarias, y que después estos rubrican con su personal, incluyen entre sus objetivos medidas para controlar el gasto farmacéutico. Entre ellas, un porcentaje de genéricos mínimo; un coste medio del total de recetas prescritas; un máximo en el precio de las estatinas -para el colesterol-; recetar un máximo de novedades terapéuticas; o mayoritariamente omeprazol dentro del grupo de inhibidores de la bomba de protones. Cumplir el cien por cien de estos objetivos, que casi nadie logra y en el que se incluyen otros parámetros como la vacunación de la gripe o el tiempo de espera para una consulta, conlleva un plus para el médico que ronda los tres mil euros, aunque no se exige un cumplimiento mínimo.

En los presupuestos del 2017 se observa ya cuál es la tendencia de las áreas sanitarias, pues en cada una se establece una estimación del porcentaje de genéricos o del coste medio por receta. Precisamente Lugo es la gerencia con menos genéricos -el 38,8 %-, muy por debajo de A Coruña, que llega al 44 %. El coste medio de las recetas oscila entre los 13,8 y los 14,5 euros.

Uno de cada nueve euros del presupuesto gallego se dedica a medicinas

La Xunta, como cualquier otra administración pública, tiene que lograr el perfecto equilibrio entre ofrecer a sus ciudadanos los recursos farmacéuticos necesarios, y ajustar el gasto en medicamentos. Porque los fármacos se llevan uno de cada nueve euros de las cuentas de la Xunta. Si el presupuesto global apenas supera los nueve mil millones de euros en el 2017, el gasto en estos productos alcanza los mil millones, casi 700 en recetas y más de 300 en los medicamentos hospitalarios.

Muy caros, muy baratos

Más de uno puede preguntarse cómo llegan a gastarse mil millones de euros en la sanidad pública gallega cuando desde hace unos años y con la llegada masiva de genéricos un paracetamol puede costar unos dos euros en la farmacia. El problema es que mientras los principios activos que ya no tienen patente se abaratan, los nuevos fármacos tienen un coste altísimo, algo que ocurre por ejemplo con medicamentos de enfermedades raras; para el tratamiento del cáncer; o con el famoso Sovaldi para la hepatitis C, que llegó a costar 40.000 euros por paciente, aunque la cifra se ha reducido significativamente y hace unos meses rondaba los 15.000. En estos casos no hay genérico que valga, por lo que las administraciones deben negociar con un único laboratorio para conseguir el precio más ajustado posible, y este sabe perfectamente cuánto está dispuesto a pagar un sistema de salud -en Egipto, por ejemplo, el precio era mucho más económico-. Evidentemente, la sanidad pública debe dar a sus ciudadanos el mejor tratamiento si existe, más aún si salva vidas como en estos casos.

El catálogo

La necesidad de ajustar el gasto en recetas comenzó a cobrar fuerza en el 2009, cuando la tasa de genéricos en Galicia no llegaba al 11 %, muy lejos de comunidades como Andalucía que rondaban el 30 %. La Xunta, de la mano de Pilar Farjas, creó el llamado catálogo de medicamentos, por el que en determinados principios activos, si había varios medicamentos, solo se financiaría el más barato. Entró en vigor en el 2011 y el Gobierno central presentó un recurso de inconstitucionalidad ya que las competencias en este ámbito son estatales. Poco después el Ministerio de Sanidad asumió un sistema similar para financiar los fármacos.