Paula Prado, la líder emergente que no pudo reinar

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Conde Roa la vetó como alcaldesa antes de que la Pokémon la hiriera de muerte

05 jun 2014 . Actualizado a las 10:32 h.

Algunos compostelanos, quizás los menos, todavía la recuerdan de su etapa de abogada. Otros se quedan con su faceta de concejala abnegada del área de los servicios sociales, pero en el Parlamento el recuerdo que aún permanece vivo de Paula Prado del Río (Santiago, 1971) es el de su primera intervención ante el pleno. Con el verbo aguerrido que la caracteriza, debutó como oradora el 12 de mayo del 2009 defendiendo una ley contraria al aborto promovida por la plataforma Red Madre, la primera ley que aprobó Feijoo al llegar a la presidencia de la Xunta. Y solo le hizo falta cargar contra la «esquerda seguidora das teses de Simone de Beauvoir» para que toda la oposición le colgara inmediatamente una etiqueta: la de facha.

Es cierto que, desde la distancia, la ya exportavoz del Partido Popular parece mucho más extrema y contumaz de lo que realmente es, porque lo cierto en que en el tramo corto se le caen las aristas. Y eso se debe a la capacidad que tiene esta diputada para hacer carrera con la provocación. Lo suyo es el aguijón y la espuela, la deconstrucción de los mitos del contrincante. En una ocasión situó a los diputados de Esquerda Unida en el mismo plano que la dictadura de Corea del Norte y en las redes sociales pintó a Xosé Manuel Beiras poco menos que de perezoso y holgazán.

Esa capacidad por incomodar a la bancada de la izquierda y atraer hacia ella las iras fue lo que la catapultó como portavoz del PP. La ecuación es sencilla: todos los golpes que van dirigidos a la portavoz del PPdeG son golpes que no acaban en el Gobierno gallego o en la cara del presidente Feijoo.

Así que Paula Prado se dedicó durante un año a lo suyo, a mantener entretenidas a las fuerzas de la oposición con su verbo afilado, quemándose de paso poco a poco en las brasas, porque hay que admitir que la función de portavoz del PPdeG tiene una vida laboral corta. Que se lo pregunten a ella. O que se lo pregunten a su antecesor, Antonio Rodríguez Miranda, apartado progresivamente y con discreción de sus funciones tras el escándalo de las dietas percibidas de forma antirreglamentaria hasta que en el organigrama de la Xunta hubo un hueco donde colocarlo.

Las batallas locales

Pero la vida política de Paula Prado empieza mucho antes de su llegada al Parlamento gallego y a la dirección del PPdeG. Se remonta, como poco, a las batallas intestinas libradas por los populares compostelanos por el control del partido en la ciudad. Es una herencia envenenada que les quedó de la etapa de Manuel Fraga. En aquellos duelos, Prado se empleó a fondo contra los pilladistas, posicionándose del lado de los llamados cívicos de Pedro Mouriño, quizás los más liberales, que acabaron pactando con Conde Roa para entregarle el partido.

Aquel pacto le abrió las puertas del Concello en el 2007, todavía en la oposición, como la segunda de malogrado líder de los populares compostelanos. Fueron precisamente su posición en la lista, su buena relación con la cúpula del PPdeG y el círculo que rodea al presidente Feijoo los elementos que más contribuyeron a proyectarla políticamente como líder emergente, llamada a futuras tareas. El propio Conde Roa la vio venir y le cerró el paso a la alcaldía cuando se vio forzado a dimitir antes de ser condenado por fraude fiscal. La dirigente que jugaba ya en la sombra a ser alcaldesa se quedó así sin el bastón de mando. No pudo reinar.

Como premio de consolación, el PP la situó como portavoz, sin duda el puesto más gafe que tienen los de la gaviota. Bastaron unas cuantas referencias a Prado en la operación Pokémon, que la vinculan con tráfico de influencias y el inflado de facturas públicas, para dejarla herida políticamente. Quizás no mortalmente, o quizás sí. Quién sabe, en la política hoy se vive al día.