Angrois: piensa

Isidoro Castaño

GALICIA

Carta de uno de los directivos de la Asociación de Vecinos de Angrois

12 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Me apoyo en la baranda del puente de la Vía de la Plata. El Alvia pasa como una tortuga. Treinta kilómetros por hora. Es la nueva Alta Velocidad Española. Veo las nuevas balizas y señales, las ASFA digitales. Por curiosidad, consulto qué demonios es eso. Concluyo que es un sistema que detiene el tren en caso de que el maquinista no obedezca a los pitidos. Lo detiene en seco. Comprendo entonces: si la tortuga fuera a cien el frenazo dispararía el caparazón otra vez al campo de la fiesta de Angrois. Estupendo. Construiremos una majestuosa estación en el centro de Santiago para llevar a los viajeros desde Boqueixón a menor velocidad que un modesto metro o autobús urbano.

Leo la prensa. El Partido Popular y el Partido Socialista de Galicia se hermanan en el Parlamento para no investigar el mayor accidente ferroviario de Galicia. Dicen que no es de su competencia. El Estatuto de Autonomía de Galicia se ha debido mojar. El juez imputa a cinco directivos del ADIF, a ninguno de Renfe, que debe dedicarse a algo desconocido y ajeno a los trenes. En agosto, cuando todos ellos estaban de vacaciones, nosotros celebramos una misa por los fallecidos, atendimos y orientamos a los obreros que reparaban día y noche los desastres de Angrois, continuamos con los insolentes micrófonos metidos en la boca, recibimos homenajes sinceros y otros autocomplacientes y seguimos recibiendo llamadas, algunas muy curiosas. Carreras pedestres, partidos de fútbol, campeonatos y bocadillos gigantes en honor a las víctimas. A alguien se le ocurrirá una pocha. Desde Valencia insisten todos los días. Quieren que vayamos a recoger el premio a la convivencia y nos demos la mano con las víctimas del metro, el 11-M y luchemos juntos por un mundo mejor. Les decimos que a las vías no bajó la directiva de la Asociación de Vecinos, sino los vecinos. Más traca tiene la Policía Nacional, que según los estatutos de su fundación solo pueden otorgar el premio, dotado con 6.000 euros, a una persona física y en Madrid. ¿Es un premio o una faena a quien le toque? Pero la palma se la lleva la ministra de Fomento y los responsables del ADIF. Nos sentamos con ellos en el Concello. La ministra nos comunica la concesión de la medalla al mérito civil, que no otorga ella, sino el Ministerio de Asuntos Exteriores. A continuación nos informa que esa misma semana el ADIF cederá los terrenos que demandamos desde hace tiempo al Concello de Santiago para levantar un parque infantil. El ADIF llevaba un año pensándoselo y se ve que le remuerde la conciencia. Antes no, ahora sí. Pero tampoco es verdad, porque ni la ministra ni ellos pueden disponer libremente de esos terrenos si sus antiguos propietarios los reclaman, que en su derecho están.

No mencionan nada sobre las vías ni los trenes, sobre lo verdaderamente importante: la seguridad de que nunca más volveremos a vivir una pesadilla. ASFA a treinta kilómetros por hora. ¿Hasta que nos olvidemos? Nos preguntan si deseamos algo y por enésima vez despachamos todas las necesidades de esta humilde aldea, tan básicas como un autobús urbano. Hay para todos: Concello, Fomento, el ADIF, Xunta. Ventanilla única. Comienzan a movilizarse. Derriban los restos del palco, sus antiguos y ahora ancianos hacedores se estremecen. Los técnicos colocan una señal de tráfico donde no hace falta. El responsable de carreteras nos pide consejo para solucionar el peligroso acceso de la carretera de Ourense, ahora convertida en atajo. El cantero nos pide ideas para esculpir el crucero. Los albañiles miden mal el espacio para los contenedores. Decidimos dónde colocar la marquesina escolar. Nos convertimos en técnicos sin titulación. El empleado del ADIF asignado para recortar gastos argumenta que ellos no desbrozan sus pistas porque carecen de jardineros y también las usamos nosotros, se niega a hormigonar de nuevo la plaza, que ya ha sufrido dos socavones en su corta vida, pide asesoramiento para recolocar bancos y papeleras, se asusta ante la posibilidad de acometer el acondicionamiento de esos supuestos terrenos para el parque infantil y campo de fiesta. Nosotros construimos vías, argumenta acongojado. Se ve que sus jefes, calladitos en Raxoi, le han asesorado a solas. También hay que elegir las plantas y árboles perdidos en el siniestro. Ideas, aportar ideas y soluciones. Y al final uno se pregunta? cómo funciona ese país, para qué pagamos a un Gobierno, a unos funcionarios, a unos técnicos, si hay que dárselo todo hecho y gratis. Eso es una Asociación de Vecinos. De broma, a mis amigos les digo que vivo en la RÍA, y ojalá fuera cierto: la República Independiente de Angrois.