Descarrilamiento en Santiago: «¡Ai meu filliño, meu filliño, que non me colle o móbil!»

M. Beramendi / A. Mahía SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Familiares H

Familiares de viajeros trataban de acercarse para buscar a sus allegados

25 jul 2013 . Actualizado a las 09:19 h.

«El tren entró en la curva a gran velocidad, uno de los vagones salió disparado hacia arriba, mientras que otro caía por un talud». Todavía conmocionado y con un corte en la cabeza Sergio, que venía desde Madrid, hace una rápida radiografía del accidente. Fue uno de los primeros viajeros que logró salir de los vagones. Mientras relataba los hechos, otros pasajeros todavía permanecían atrapados dentro o trataban de saltar por las ventanillas. No fue el único pasajero al que le parecía que el tren iba rápido, pero algunos vecinos de la zona aseguraban que habían escuchado una explosión. «Estaba durmiendo porque mañana iba de viaje a Málaga y me despertó el estruendo», explicó el dueño de la casa más cercana al lugar de la tragedia. Y otra vecina mostraba su sorpresa ante el hecho de que el tren fuera tan rápido:

«Poco ante hay un cambio de vía y deben aminorar la velocidad», explicaba.

A pocos metros de allí, los vecinos de la cercana parroquia de Angrois reunían mantas para socorrer a los heridos o tapar los cadáveres que los servicios de emergencia iban acumulando junto a la vía, mientras agentes de la policía izaban alguno de los coches aparcados en la única carretera de acceso a la zona para que pudieran pasar las ambulancias. Hasta bomberos de A Coruña se acercaron a Santiago para ayudar en las labores de socorro a los heridos.

Incertidumbre y caos reinaban en el ambiente. Familias de jóvenes que supuestamente viajaban en el tren trataban de acercarse hasta el lugar, pero los servicios de emergencia no los dejaban pasar. La vía es tan estrecha que solo podían dejar paso a las ambulancias. Hasta detuvieron el coche oficial en el que viajaba el alcalde de Santiago, Ángel Currás, que acabó bajando a pie para comprobar la tragedia.

Milagros, una madre que esperaba en la estación la llegada de su hijo para celebrar el día del Apóstol, estaba desesperada. Cuando vio que el tren no llegaba supo que algo pasaba, trató de acercarse hasta Angrois, el lugar que mostraba la humareda, pero no pudo pasar. «¡Ai meu filliño, meu filliño, que non colle o móbil!», repetía desesperada.

Pocos minutos después se obró un milagro para Milagros. Halló a su hijo, que solo unas horas antes la había llamado para decirle que ya estaba en Ourense. Lo encontró con un brazo roto y se lo llevaron al hospital.

Desde el Clínico de Santiago lanzaron una alerta: los bancos de sangre estaban al límite. Pedían donaciones. El hospital compostelano trabajaba a marchas forzadas, mientras los heridos que estaban menos graves eran trasladados hasta la estación del tren.