Rescatan en Bueu a un parapentista que pasó tres horas colgado de un pino

Marcos Gago Otero
Marcos Gago BUEU / LA VOZ

GALICIA

El hombre quedó enganchado en el árbol al abrirse el paracaídas de emergencia, que le hizo perder el control

23 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Un parapentista pasó ayer tres horas colgado de un pino de veinte metros, en el bosque de A Costiña, en la parroquia de Cela, en el municipio pontevedrés de Bueu. El hombre no resultó herido, aunque el rescate fue tan complejo que obligó a los Bombeiros do Morrazo a poner en práctica toda su destreza.

El alto del monte de Chans, en Cela, es uno de los lugares favoritos de los aficionados al parapente para lanzarse desde una ladera donde se divisa la ría de Pontevedra, con aterrizaje en la playa de Lapamán. El protagonista de este suceso, con otros compañeros, quiso aprovechar la oportunidad que brindaba un día de poca gente en el arenal para disfrutar de una tarde especial. Y lo fue, aunque en un sentido inesperado.

Sobre las siete y media de la tarde se recibió en el 112 el aviso de un vecino que había visto caer el parapente en el bosque. Tras su rescate, el implicado atribuyó a «la mala suerte» el accidente. «El paracaídas de emergencia se soltó y cuando se abre tú ya no vuelas y empiezas a caer en vertical». La mala suerte se cebó en este caso y fue doble. Se encontró a sus pies con «tres pinos como tres bichos» y ya no pudo evitar quedar colgado de la rama de uno de ellos.

Operación muy difícil

Por si acaso alguna vez se veía en una circunstancia parecida, el deportista había incorporado a su equipo una tanza con plomada que llevaba en el parapente. Sin embargo, ante la altura del pino la tanza se rompió y sus compañeros no pudieron rescatarlo con medios propios.

Hasta el lugar se desplazaron bomberos, Guardia Civil, Policía Local, guardas forestales, comuneros y curiosos. Alcanzar el punto exacto fue bastante complicado, aunque la tela del parapente desparramado por las ramas era visible desde lejos. No pasó desapercibido a muchos curisosos, aunque pocos fueron los que se atrevieron a internarse en la maleza y ascender la empinada cuesta que hace honor al nombre de la ladera que da acceso al lugar, A Costiña. Era, literalmente, el quinto pino, echando mano del refrán.

El deportista fue capaz aparentemente de guardar la compostura, lo que facilitó el rescate, y eso que estaba sobre una altura de veinte metros en un bosque donde la luz se iba desvaneciendo según pasaban las horas.

El lugar era tan inaccesible que era imposible acercar una escalera. El descenso tuvo que hacerse con cuerdas y para este fin uno de los bomberos tuvo que encaramarse a uno de los pinos cercanos y ayudar al accidentado a ponerse las cuerdas de las que se sirvió el resto del operativo para hacerlo bajar. Al tocar el suelo, tres horas después de su aterrizaje forzoso en el pino, llegó el momento de los abrazos y también del alivio. El segundo bombero bajó después y la aventura acabó, en esta ocasión, con un final feliz.