La abuela de Galicia celebró sus 111 años tomando caldo

Jesús Manuel García OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

La centenaria vive con su hijo y su nuera, come bien y apenas se medica

19 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A pesar de que la esperanza de vida ha bajado ligeramente, todavía quedan ciudadanos que dan fe de disponer de una buena genética y vivir hasta superar el siglo. Eso le ocurre a la ourensana Francisca Barracel Fernández, que ayer mismo cumplía 111 años. En el año 1997 fallecía en Nigrán otra abuela de Galicia, Carmela Figueiró, con 113 años. Nacida en A Torre de Seoane, Allariz, en 1902, goza de buena salud, aunque pasa buena parte del día en cama. Desde hace dos años no habla. Pero está tranquila quien posiblemente hoy sea la abuela de Galicia. En ella se cumple el ejemplo de que las familias de antes tenían otra fortaleza. La suya lo es porque sus hermanos, la mayoría ya fallecidos, dejaron este mundo siendo longevos.

Tiene un hijo único, José Fernández Barracel, de 67 años, casado con Ermitas Menor. Los tres viven en un chalé en el municipio de Ourense. El próximo domingo celebrarán una reunión familiar con los cuatro nietos y cuatro bisnietos para disfrutar de la abuela. Varias generaciones se reunirán bajo el mismo techo. Y allí estarán desde el bisnieto de 11 años hasta la bisabuela, que le lleva 100 años redondos. «Isto é o inverso ao neno, ela agora xusto vai para atrás, ten moita dificultade para comer pero come de todo, iso si, moi pasadiño», dice José. Ayer almorzó caldo. Su hijo se siente orgulloso de que a su edad, todavía viva la madre, que le lleva 44 años. «É moi bueniña, non da traballo, suxéitate porque hai que estar aquí, saes media hora e xa tes que vir para estar pendente dela. Haina que levantar, polo demais é unha marabilla», dice.

La madre está en su cuarto. No ve televisión ni escucha radio ni música. Pero hasta hace unos años le encantaba leer los periódicos. Su hijo dice que no sabe escribir pero sí leía.

Lleva viviendo con José 17 años. Francisca, hasta el año 1954, trabajó en el campo. En 1956 la familia se estableció en Allariz donde montaron una tienda de ultramarinos en la que, además, daban comidas y hospedaje. Esta señora atendía todo y llevaba la ropa a lavar al río Arnoia. En 1996, cuando Francisca Barracel contaba 94 años y vivía sola, se encontró mal. Desde entonces se fue con su hijo. En 1992 quedó viuda. Su esposo murió con 92 años.

Una hija de José acude a la casa cada noche para echar una mano a la abuela. Francisca viene de una familia de buena genética. «Ela a maquinaria tena dura», apunta su hijo. Ya le murieron algunos hermanos, una de 93 años, otra de 97, un hermano de 101 años y le queda otro que anda cerca del siglo».

Cada mañana, Francisca Barracel toma media pastilla y unas gotas para la memoria. Eso es todo. Descansa bien. Cena a las diez de la noche. Luego duerme, y a las tres de la mañana la levantan para ir al baño y cambiarla de posición en la cama. Sigue descansando hasta el desayuno, luego vuelve a dormir; suele estar un ratito incorporada y, después del almuerzo, nuevo descanso hasta la merienda.

Vida saludable

Aunque no habla, Francisca está feliz, se siente atendida, querida y mimada por los suyos. Si la tienen incorporada más tiempo del debido, protesta con un gesto. «Con 94 anos operouse dunha perforación intestinal. Os médicos que a operaron non saben que aquela paciente, á que non lle daban moito de vida, superou a operación e xa fai 17 anos daquela», cuenta José Fernández, maravillado con la edad de su madre. Piensa que el secreto tiene que hallarse, aparte de en la genética, en el estilo de vida, saludable, sin tomar muchos medicamentos. También añade que llegar a estas edades implica que haya quien te cuide. «Pero cando ves que perde a fala, é como se quedara coma un vexetal, que non é realmente así porque se entera, abre os ollos, sabes se lle gusta ou non o que come, ou se lle está frío ou quente», explica. La anciana vive tranquila, abre los ojos, se toca la nariz como si estuviese poniendo atención a algo, y sabe que no está sola.