El jefe del centro de salvamento admite que no compartía la decisión de alejar el «Prestige»

Pablo González
Pablo González A CORUÑA

GALICIA

Cesar Quian

José Pose asegura que hubiera preferido que lo llevaran a un lugar de refugio

12 dic 2012 . Actualizado a las 10:32 h.

Un caballo de Troya. Un cargo clave de la Administración marítima que, ya jubilado, se sale del itinerario argumental oficial en el juicio del Prestige. José Pose Vaquero debe de ser de esa estirpe que, como Mangouras, es capitán por encima de todo, a pesar de haber desempeñado un cargo de responsabilidad como jefe del Centro Zonal de Salvamento Marítimo de Fisterra. De ahí que en ningún momento criticara a su colega de profesión griego, convirtiéndose en una voz desafinada entre el coro acompasado que lo acusa de desobediencia. José Pose no solo valoró como un «mérito» que Mangouras se quedara en el barco para «colaborar» cuando en realidad lo que esperaban es que saliera huyendo. Sin desmentirse a sí mismo, asumió en su declaración como testigo el contenido de las conversaciones que publicó La Voz en las que se mostraba muy crítico con un alejamiento a ninguna parte. «Me extrañó que se continuara alejando el buque de la costa, porque dificultaba el salvamento», dijo a preguntas del fiscal.

Pose Vaquero es célebre por ser el hombre que en una de las grabaciones define el destino del Prestige con genuina retranca gallega. El hombre que dijo que el barco iba directo a Groenlandia. Pero al mismo tiempo era el soporte crucial de todas las decisiones operativas, el que coordinaba el despliegue de salvamento desde la torre de Fisterra que en realidad está en Porto do Son. Pero, a diferencia de muchos testigos de la Administración que asumirán la tesis oficial sin matices como ayer hizo el ex capitán marítimo Ángel del Real, José Pose cuestionó muchos de estos axiomas para, según su entorno, ser simplemente fiel a sí mismo.

«Hasta dónde, hasta cuándo»

Así, Pose consideró «coherente» que en un primer momento se remolcara el petrolero por la situación «crítica» y el riesgo de embarrancamiento. Pero coincidió con los abogados del armador y del capitán en que, una vez librado Fisterra, «el barco iba rumbo nordeste, en paralelo a la costa». Un «alivio», dijo, pues se conjuraba temporalmente el riesgo de que encallara.

El goteo de argumentos que contradicen la tesis oficial siguió. El exjefe de la torre de control cuestionó que se arrancara la máquina y se pusiera el buque a seis nudos cuando ya estaba siendo remolcado. «No era necesario», afirmó, y opinó que las vibraciones pudieron agravar el estado del petrolero.

Fue entonces cuando el fiscal Álvaro García Ortiz le preguntó si planteó una alternativa al alejamiento. «Sí. Meterlo en un lugar de refugio», contestó, aunque admitió que su margen en la toma de esta decisión era casi inexistente. Confesó que la orden de alejar el Prestige era legítima para buscar un margen de seguridad con la costa. El problema, dijo, es que la orden de «sacarlo fuera» se la transmitían sin matices. «Nos insistían con lo de ??hacia afuera??, pero sin decir hasta cuándo o hasta dónde», dijo. «En mi opinión se estaba alejando demasiado».

Con ese rumbo el barco «entraba en el área de competencia de salvamento de Francia», confesó al abogado de Nunca Máis, Pedro Trepat, para explicar otra de las frases célebres -«Como se enteren los franceses nos la arman»- de sus conversaciones. No obstante, en un primer momento valoró como correcto el rumbo 330 (noroeste).

Una letrada que defiende a Bretaña le preguntó si una vez adrizado el buque el día 14, con el remolque firme y con una ventana de buen tiempo era posible salvarlo. «Sí. Al principio, antes de su deterioro, había posibilidades de salvar el barco». Y vuelve a dinamitar la tesis oficial al decir que nunca le comentaron la estrategia de situar el petrolero a 30 millas, en el carril de bajada del corredor, para que lo recogieran allí los salvadores.

Lo más chocante fue la discusión con la abogada del Estado, a quien llegó a decir que otros países suelen acoger a buques como el Prestige. La letrada no quiso discutírselo. «Por lóxica, como mariño, a un buque en perigo hai que darlle refuxio. Non é nada extraordinario», dijo, a pesar de que la política no escrita de la Capitanía era: «Barco con problemas, mejor fuera».

Un cable al capitán

Los abogados de Mangouras se frotaban las manos. José Pose descartó la posibilidad de que Mangouras desobedeciera las órdenes. «El remolque nunca es gratis, por eso nadie le dijo que lo era». «No vimos como nada extraordinario que quisiera esperar las órdenes del armador», añadió. «Para nosotros fue una bendición que se quedara a bordo».