«Mañana será todo de tos»

FUGAS

EN EL CEMENTERIO. Autoridades, médicos y periodistas observan la escena en el cementerio de Casas Viejas, que presentaba un aspecto dantesco con los cuerpos inertes de los vecinos muertos tras el asedio, asalto e incendio de la choza en que vivía el Seisdedos, líder de la revuelta anarcosindicalista. Varios agentes vigilan el lugar en que los médicos efectuarán las autopsias, para lo que se dispuso una rudimentaria mesa de disección realizada con dos tablones apoyados sobre toscos cajones de madera
EN EL CEMENTERIO. Autoridades, médicos y periodistas observan la escena en el cementerio de Casas Viejas, que presentaba un aspecto dantesco con los cuerpos inertes de los vecinos muertos tras el asedio, asalto e incendio de la choza en que vivía el Seisdedos, líder de la revuelta anarcosindicalista. Varios agentes vigilan el lugar en que los médicos efectuarán las autopsias, para lo que se dispuso una rudimentaria mesa de disección realizada con dos tablones apoyados sobre toscos cajones de madera

El sello Libros del Asteroide, habitualmente preocupado por rescatar el gran periodismo de los pioneros españoles (como Manuel Chaves Nogales, Josep Pla y Gaziel), recupera las magistrales crónicas que Ramón J. Sender realizó en 1933 sobre la matanza de Casas Viejas

11 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ramón J. Sender (Chalamera de Cinca, Huesca, 1901-San Diego, EE.UU., 1982) tenía poco más de 30 años pero ya acumulaba reputación periodística cuando llegó a mediados de enero de 1933 a Casas Viejas, pedanía del municipio gaditano de Medina Sidonia en que solo unos días antes las fuerzas del orden acababan de perpetrar una matanza. Escribió una serie de crónicas para el periódico anarquista La libertad en que relataba los hechos acaecidos el 10 de enero cuando el Gobierno de la Segunda República, presidido por Manuel Azaña, reprimió brutalmente un modesto levantamiento anarcosindicalista (en verdad, jornaleros hambrientos encabezados por el Seisdedos y al grito de «mañana será todo de tos») que proclamó en Casas Viejas el comunismo libertario tras herir de muerte a un guardia civil de la aldea. Los agentes de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto (cuerpo paradójicamente creado por Azaña acuciado por su desconfianza en la Guardia Civil) agredieron, incendiaron, asesinaron, fusilaron, arrasaron lo que toparon en su camino, animados, según alegaron después, por la orden que los movilizó: abrir fuego sin piedad contra los rebeldes armados y sofocar la revuelta «sin prisioneros ni heridos». Aquella masacre fue, dicen, la pérdida de la inocencia, el pecado original del régimen republicano. Aunque es verdad que hubo otros sucesos similares, como el de Villa de Don Fadrique, un pueblo de Toledo, en 1932, lo cierto es que Casas Viejas se convirtió en un hito emblemático. Y entre las razones por las que esto es así, están las magistrales crónicas de Sender, llenas de viveza, verdad, realismo sin adornos y empatía por los desheredados.

Viaje a la aldea del crimen. Crónica. Ramón J. Sender. Prólogo de Antonio G. Maldonado. Editorial Libros del Asteroide. 212 páginas. 16,95 euros