De la prisión a la vida en libertad: «La gente nos ve como demonios con rabo y cuernos»

FERROL

Carmen goza del tercer grado tras pasar mas de un año en Teixeiro y ahora cumple lo que le queda de condena en el Centro de Inserción Social de A Coruña
Carmen goza del tercer grado tras pasar mas de un año en Teixeiro y ahora cumple lo que le queda de condena en el Centro de Inserción Social de A Coruña CEDIDA

Cáritas cuenta en la provincia de A Coruña con cuatro pisos de acogida para reclusos que están de permiso o ya finalizaron su condena, como Carmen y Juan, que luchan por reinsertarse a pesar del "estigma"

05 feb 2024 . Actualizado a las 18:06 h.

Prefiere no revelar su nombre, así que pongamos que se llama Carmen. Cuenta que cometió un delito de tráfico de drogas porque alguien la metió en un «fregado» del que no supo como salir. Jamás antes había delinquido, no tenía antecedentes ni consumía y gozaba de una buena posición, pero por aquella equivocación la condenaron a tres años de cárcel. Tras más de un año en el centro penitenciario de Teixeiro, ahora ya está en tercer grado y cumple el resto de la condena en el Centro de Inserción Social de A Coruña, adonde solo tiene que ir a dormir de lunes a jueves. El resto del tiempo se lo pasa en el trabajo que encontró en un polígono de A Coruña. tras salir de Teixeiro Y los fines de semana y la semana de permiso de la que goza una vez al mes los pasa en la vivienda de reinserción para personas en tercer grado que Cáritas tiene en la urbe herculina. «Tengo una hija, pero no vive aquí, y con el resto de la familia no tengo mucha relación», explica Carmen.

Asegura que contar con ese «refugio» le está ayudando mucho en su camino hacia la reinserción. «Tener un lugar al que poder ir los fines de semana es muy gratificante y además así puedo ir ahorrando y haciendo un ‘peto' para poder alquilar un piso cuando finalice la condena. Además, no es solo ese apoyo económico... Es que la gente de Cáritas nos ayuda en todo, nos da apoyo emocional y psicológico, talleres formativos y fuerza para seguir adelante», comenta.

Recuerda que ese apoyo ya comenzó ya en Teixeiro, donde se sintió muy arropada por el equipo de Inclusión del módulo de respeto Nelson Mandela, «sobre todo por Maite», y también por los voluntarios de la Pastoral de Cáritas que la iban a visitar. «Cada vez que venían me encantaba abrazarlos y oler ese aroma a calle que traían. En Teixeiro todo me olía a rancio, porque allí no se puede usar colonia, por el alcohol», rememora.

Carmen cuenta que su paso por el penal ha hecho de ella «una mujer más fuerte desde el punto de vista psicológico, en todos los aspectos». Y también le ayudó a reflexionar y tomar conciencia de lo que hizo. «Estoy arrepentida y nunca más voy a ceder a chantajes ni a meterme en fregados que pueden tener consecuencias», asegura.

De momento, prefiere no contar que estuvo en prisión, porque sigue siendo un «estigma». «Lo sé porque antes yo también miraba a la gente que había estado en la cárcel con recelo. Ahora que estoy al otro lado, me doy cuenta de que no es justo. La gente nos ve como demonios con rabo y cuernos... Y sí, cometí un delito, te puedes equivocar, pero todo el mundo tiene derecho a rectificar», concluye.

JUAN, EX RECLUSO QUE YA CUMPLIÓ SU CONDENA

«Pasar por Teixeiro me enseñó a comprender que mis actos tienen consecuencias»

En la imagen, la casa de libertad de Cáritas, en la que Juan pasó cuatro meses tras finalizar su condena. Ahora ya vive en su propio piso en A Coruña
En la imagen, la casa de libertad de Cáritas, en la que Juan pasó cuatro meses tras finalizar su condena. Ahora ya vive en su propio piso en A Coruña ANGEL MANSO

Juan tenía una vida «normal», alejada de los ambientes marginales que pueden propiciar conductas delictivas. Era funcionario y llevaba una vida «acomodada» hasta que un acto que en aquel momento consideró una «chiquillada» lo llevó a Teixeiro. «Descubrí que mi mujer me engañaba y colgué un vídeo de ella manteniendo relaciones sexuales con otra persona en Facebook. Me condenaron a dos años y cuatro meses de prisión por revelación de secreto», explica.

Hoy, ya en libertad tras haber cumplido su condena, asegura que la prisión le ha cambiado la vida. «Pasar por Teixeiro me enseñó a comprender que mis actos tienen consecuencias y a darme cuenta del daño que le hice a ella y también a mí mismo. No he vuelto a cometer ningún delito y no pienso hacerlo nunca más», dice arrepentido.

Asegura que en ese camino hacia la reinserción le ayudó enormemente el equipo técnico que seguía su caso en Teixeiro y también la Pastoral de Cáritas. La entidad lo arropó en una de sus viviendas durante sus permisos de segundo grado, y una vez cumplida la condena (la mitad en Teixeiro y la otra mitad en régimen semiabierto, en el Centro de Inserción Social de A Coruña), pasó cuatro meses en su casa de libertad. «No es ya solo es que te den un techo y comida, es que te ayudan en todo, te guían y te dan apoyo emocional. A mí me ayudaron a preparar mi currículum y a reorientar mi vida laboral, porque, al haber estado en prisión, ya no pude volver a la función pública», explica Juan.

Estando en régimen semiabierto, asistió a un curso de formación sobre sistemas de amarre de camiones en el centro Violeta de Cáritas y en la misma empresa en la que hizo las prácticas ya se quedó a trabajar. «Mi jefe y mis compañeros saben que estuve en prisión, pero para ellos eso no supuso un problema, me tratan de forma muy cordial», cuenta Juan, que ahora ya vive de manera independiente en un piso de A Coruña. En la ciudad herculina está construyendo una nueva vida, lejos de su tierra natal, porque, aunque su familia siempre lo apoyó, no quiere que pasen «vergüenza» ni causarles problemas. «Para mí sería muy difícil volver allí. Haber estado en la cárcel sigue siendo un estigma, tanto para ti como para los que te rodean... Y no quiero que mi familia sufra», dice Juan.

Tres pisos en A Coruña y uno en Ferrol para facilitar el paso de la prisión a la vida en libertad

En la imagen, Andrea Lago, trabajadora social de Cáritas, y Yolanda Sánchez, delegada diocesana de la Pastoral Penitenciaria, en la casa de libertad, la vivienda que está destinada a las personas que acaban de finalizar su condena
En la imagen, Andrea Lago, trabajadora social de Cáritas, y Yolanda Sánchez, delegada diocesana de la Pastoral Penitenciaria, en la casa de libertad, la vivienda que está destinada a las personas que acaban de finalizar su condena ANGEL MANSO

Cualquier persona recluida entre los muros de un centro penitenciario sueña con la libertad, pero cuando la condena llega a su fin y ahí fuera no tienen un hogar al que regresar ni una red de apoyo familiar ni trabajo, ese paso puede convertirse en un «salto al vacío» en el que las posibilidades de volver a delinquir se multiplican. «Podemos constatar que hacer una adaptación progresiva a la vida en libertad a través de los permisos penitenciarios y disfrutar de un entorno acogedor reduce considerablemente los riesgos de reincidencia», asegura Andrea Lago, trabajadora social de Cáritas Diocesana de Santiago.

Con el objetivo de lograr una reinserción real y efectiva de las personas que pasan por prisión, la entidad cuenta en la provincia con cuatro pisos de estancia temporal. Tres de ellos están en A Coruña. Y recientemente, de la mano de Diócesis Mondoñedo-Ferrol, se le acaba de sumar otro en la urbe naval para acoger a reclusos que disfrutan de permisos de segundo grado (con una duración máxima de 36 días al año, repartidos siempre en períodos de 3 a 5 días).

En A Coruña, una de las tres viviendas de Cáritas está destinada también a personas que gozan del segundo grado penitenciario. Otra acoge a las que están en tercer grado o libertad condicional y cumplen el final de su condena en el Centro de Inserción Social (CIS) de A Coruña. Y la tercera vivienda de Cáritas en la urbe herculina es la denominada «casa de libertad», con dos plazas para personas que ya han saldado su deuda con la justicia.

Pero en estas viviendas Cáritas no solo les ofrece un mero alojamiento, sino también el «acompañamiento» de voluntarios y profesionales de la entidad para «complementar o traballo de reeducación e reinserción» que se lleva a cabo en el centro de Teixeiro, según explica Cristina Pereiro Paz, coordinadora de Acción Social de Cáritas en Ferrol. Así, los voluntarios de la entidad les ayudan a realizar todo tipo de trámites, pero también les ofrecen actividades de ocio y deporte, cápsulas formativas en competencias digitales y sociales o apoyo psicológico.

Todo ese trabajo que se lleva a cabo en las viviendas de reinserción que Cáritas tiene en la provincia es posible gracias al trabajo de 23 personas voluntarias, que son el «fiel reflejo de una sociedad acogedora, que cree firmemente en las segundas y terceras oportunidades y en la reinserción», subraya Andrea Lago.

Además, en este proyecto también resulta fundamental la coordinación con los funcionarios y los trabajadores sociales y educadores que trabajan en Teixeiro, que se realiza a través de los «enlaces» de Cáritas en el penal, es decir, el capellán y los miembros de la entidad que visitan cada semana a los reclusos. Yolanda Sánchez, delegada de la Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Santiago, es uno de esos enlaces y explica que conocer a las personas privadas de libertad que van a acudir a los pisos es clave para el éxito del programa. «Ellos tienen que saber los requisitos y normas que deben cumplir y nosotros también tenemos que escucharlos y saber por qué quiere salir con nosotros».