El detective gallego del arte en Nueva York

Victoria Toro

EXTRA VOZ

El ourensano Miguel Saco, se encarga, junto al historiador Antonio Sama, de la restauración en Nueva York de una desconocida colección de obras de Gaudí

12 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Saco (Ourense, 1956) y Antonio Sama (Madrid, 1962) son dos hombres tranquilos, de esos que parecen poner distancia con el mundo. Pero cuando Saco y Sama se enfrentan a un objeto artístico que deben autentificar se convierten en sabuesos. Eso precisamente es lo que acaban de hacer con una importante colección neoyorquina de muebles atribuidos a Gaudí.

Esta historia detectivesca tiene tres protagonistas, o cuatro. El primero es Miguel Saco, uno de los mayores expertos del mundo en muebles del siglo XX. Saco es un gallego que llegó a Nueva York hace más de treinta años para ejercer de artista y se convirtió en una autoridad en autentificación, catalogación y restauración de muebles. El museo Metropolitan de Nueva York o las casas de subastas Christie?s o Sotheby?s son clientes habituales del experto gallego.

Antonio Sama es un historiador del arte que durante sus vacaciones de infancia en la localidad cántabra de Comillas se enamoró de Gaudí porque allí, en dicha localidad, está El Capricho, una de las obras del arquitecto barcelonés. Ese amor de juventud se convirtió en profesión y, en la actualidad, Sama es uno de los mayores expertos mundiales en la obra del artista nacido en la ciudad condal.

El tercer protagonista es Allan Stone (Nueva York, 1932-2006), un galerista estadounidense y coleccionista de arte que atesoró una importantísima colección. Stone fue excesivo, caótico y obsesivo en su afán coleccionista. Esas cualidades formaron un tesoro que se ajustó a la perfección a la personalidad de su dueño. Allan Stone murió hace nueve años y desde entonces sus hijos y herederos intentan poner orden en esa colección. Y ahí es donde intervienen los sabuesos Saco y Sama.

Una parte de la colección de Allan Stone estaba formada por obras atribuidas a Gaudí pero no tenían autentificación y conservaban una documentación muy escasa sobre ellas. En esas condiciones, las piezas no pueden venderse, ni siquiera tasarse. Así que los herederos de Allan Stone encargaron a Miguel Saco y Antonio Sama que expertizaran esos objetos. «Expertizar» es como se conoce en el mundo del arte al proceso de autentificar una pieza.

«El reto ?explica Antonio Sama para La Voz? no era catalogarlas sino autentificarlas, determinar si eran o no obras originales de Gaudí». Y este es el otro protagonista de la historia detectivesca: Antoni Gaudí, uno de los mayores genios de la historia de la arquitectura y máximo representante del modernismo en España. 

La colección Gaudí de Allan Stone está, o estaba hasta que Saco y Sama pusieron su mirada en ella, formada por 28 piezas. Unas se atribuían a Gaudí y otras a Jujol, también arquitecto y estrecho colaborador del primero. Lo que ocurre con Gaudí en el mercado internacional del arte es que sus piezas están muy valoradas y eso lleva irremediablemente, a la proliferación de falsificaciones. «Hay un cierto mosqueo con las piezas de Gaudí, ?explica Sama? porque se han vendido como auténticas piezas que después se ha descubierto que eran falsificaciones».

El trabajo de sabuesos les llevó a Antonio Sama y Miguel Saco seis meses. La primera parte del trabajo la hizo Saco en Nueva York. Allí estudió los muebles desde el punto de vista de los materiales: qué tipo de maderas se habían usado, las huellas de esas maderas y cómo se habían construido los muebles. Tras ese estudio llega la intervención de Sama, que con los datos que aporta Miguel Saco, llegará a la conclusión de si se trata de un original y catalogarlo, es decir, aportar información sobre su época, para dónde se hizo, etc?

«Algunas piezas nos ofrecieron pocas dudas ?recuerda Antonio Sama? por ejemplo un banco de la cripta de la Colonia Güell. Hacía poco tiempo habíamos hecho el mismo trabajo con un banco similar para Christie?s así que teníamos muchísima documentación y pronto supimos que estábamos ante un mueble original de Gaudí».

Pero no todo fue tan sencillo. Entre las veintiocho piezas había otro banco que en la colección también estaba atribuido a Gaudí. «Pero la oxidación de la madera ?recuerda Saco? no se correspondía con la época en la que Gaudí debía hacer hecho ese mueble, era posterior». La conclusión: falso. Lo que no pueden saber estos dos «detectives» es si se trata de una falsificación hecha con la intención de engañar. «No sabemos si se trata de una falsificación o de una copia que se hiciera con posterioridad a los originales para completar un mobiliario o algo así?».  Lo que sí descarta Miguel Saco es que fuera Allan Stone quien estuviera detrás de esa falsedad. «No creo que fuera el propio Stone porquetenía una reputación muy buena como coleccionista y galerista».

Con algunas otras de las piezas, la autentificación fue digna de una trama policial. «Teníamos unas puertas ?explica Sama? también atribuidas a Gaudí, y con poquísima información. La única forma de autentificarlas consistió en, primero, buscar de dónde podían proceder y, después, hacer la investigación sobre si eran o no las auténticas».

Antonio Sama llegó a la conclusión de que las puertas habían pertenecido a las casas Milá y Batlló, dos de las principales obras de Gaudí. Tras ello debió buscar fotografías antiguas de esas puertas cuando estaban en su lugar original. Ya con las fotografías, Saco y Sama tuvieron que comparar las vetas de la madera de las puertas que tenían en sus manos con las vetas de las puertas de las fotografías. Porque una de las ventajas de la madera es que se trata de un material vivo cuyas vetas, como ocurre con las huellas digitales humanas, son únicas en cada pieza. No se pueden copiar. Puede buscarse una madera de la misma clase, de la misma época, incluso de un árbol que haya crecido en el mismo lugar pero las vetas nunca son iguales. Así que lo que hicieron fue comparar las vetas de las puertas de Allan Stone con las vetas de las puertas originales que aparecían en las fotografías. Y ¡bingo! Las puertas de la colección de Allan Stone eran las mismas que las de las fotografías.

La diferencia entre poseer un original o una copia es enorme. «El banco que hemos autentificado como original de Gaudí podría llegar a venderse por 300.000 euros ?explica Sama?, una copia quizá podría alcanzar 3.000 euros, pero no más». Estos dos Sherlocks Holmes del arte han puesto las cosas, y los precios, en su lugar. Su conclusión es que cuatro de las piezas de la colección Allan Stone son sin lugar a dudas originales de Gaudí y probablemente otra de las piezas también se debe al arquitecto barcelonés o a su círculo.