La obsesión de Merkel con el déficit crea tensiones con Francia e Italia

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

ECONOMÍA

Renzi parece señalar el camino de vuelta que debe seguir Merkel; ambos, ayer, durante una cumbre en Milán, junto a Barroso.
Renzi parece señalar el camino de vuelta que debe seguir Merkel; ambos, ayer, durante una cumbre en Milán, junto a Barroso. pool < / span>reuters< / span>

Hollande y Renzi desacreditan la política económica de austeridad alemana

17 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocho años de crisis continuada y las recetas siguen siendo las mismas: recortes presupuestarios y reducción del déficit a toda costa. No ha habido institución europea o Gobierno que haya podido levantar su voz con fuerza suficiente para contrarrestar el diktat alemán que todavía impregna y resuena por los pasillos de Bruselas. España lo sufrió en sus carnes. Tras una dura reforma laboral y dolorosos recortes presupuestarios en servicios sociales y educación, hoy su deuda roza el 100 % del PIB y el índice de desempleo alcanza al 24,4 % de la población activa.

Sin embargo es el alumno aventajado de Berlín. El PIB crece a un ritmo superior a la media de sus principales socios europeos y Merkel se agarra en cuanto puede a los «primeros éxitos» de España  como muestra de que Europa ha tomado el camino «correcto». O lo que es lo mismo, su camino correcto. Para el Gobierno español, el espaldarazo es un seguro de vida para ganar credibilidad en los mercados. Pero puede que no dure mucho tiempo a la luz de las malas perspectivas económicas para la eurozona.

El sur, ahogado

La obsesión de la canciller alemana por reducir el déficit público y emprender reformas económicas salvajes sin ningún plan de estímulo fiscal no se limitó a los maltrechos países del sur, que aún están pagando céntimo a céntimo lo prestado por los bancos teutones.

Autoridad cuestionada

En el último año las advertencias a sus socios franceses e italianos se multiplicaron: «Todos, y lo subrayo, todos los Estados miembros deben respetar completamente las reglas del pacto de estabilidad», alertó ayer Merkel en el Bundestag. Su autoridad no es bien recibida en París y Roma donde ya desacreditan abiertamente su política económica. Así lo hizo Francia al anunciar que no cumplirá con el objetivo de déficit del 3 % hasta el 2017, dos años más tarde de lo que se le exigía. Tiene por delante un recorte brutal de 50.000 millones de euros que podría deprimir aún más la demanda interna y estancar definitivamente la economía. Por su parte, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, abanderado de la política de gasto público, también hizo oídos sordos y anunció ayer recortes de impuestos y nuevas prestaciones por desempleo para relanzar el consumo interno, si bien se compromete a encarar una reforma laboral que promete ser polémica en un país que afronta su tercera recesión.

Bruselas, otrora altavoz de Berlín, cuestiona algunas decisiones con la boca pequeña, sin asumir responsabilidades en el desarrollo de la crisis y ahora apuesta abiertamente por invertir y aplicar estímulos fiscales monitoreando, eso sí, el saneamiento de las cuentas públicas. El nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quiere nuevos aires. Prepara un paquete de inversión de 300.000 millones de euros. Solo él sabe cómo ha hecho las cuentas.

La cumbre de la frialdad

En la reciente cumbre de líderes europeos en Milán, se escenificaron perfectamente las distancias entre el eje francoitaliano y Alemania. Unos piden flexibilidad y estímulos. Merkel, cumplir con los compromisos de ajuste. El presidente español Rajoy que les metan en cintura como hicieron con España.