«¡Muiñeiro! ¡barqueiro!, ¡baixe pasar!»

P. V. LALÍN / LA VOZ

DEZA

MIGUEL SOUTO

La molienda era día y noche y el transporte se hacía a remo, llegando a portar ocho becerros y a sus dueños

15 may 2016 . Actualizado a las 13:00 h.

La crónica revive la historia del molino y la barca de Ollares, que enlazó Cruces y Touro de 1738 a 1982

Hace años ya que el Ulla bajaba a caño libre, hasta medidos los años sesenta con la central de Portodemouros. Por esa época y aún hoy día, en Ollares, a un kilometro del Ulla, está la Casa do Muiñeiro. Enfrente, al otro lado del río, en Circes de Touro, se asienta la Casa do Barqueiro. Y en medio, en el río, estaba el Muíño da Barca de Ollares, que gestionaron ambas casas y que el embalse Touro 2 obligó hace una década a desplazar tierra a dentro con penosa reconstrucción.

El molino era estratégico, para la molienda del contorno y en comunicaciones, por su barca. Ahora aguarda rehabilitación, pero entonces solo paraba cuando las riadas lo anegaban hasta prácticamente cubrirlo en ocasiones.

E inundaba también la pequeña casa de la familia de Ramón Fernández, último molinero y barquero, de la Casa do Barqueiro. Por entonces esta era casa a pie de molino, que también se llevó el embalse y que la familia compartía con otra, residencia actual, en Circes, repartiéndose los once hermanos nacidos en Ollares.

«Tiñamos que amarrar a artesa para que non a levara a auga», recuerda Ramón. Los pantanos aplacaron la furia del río y le dieron ancho y calma. El molino acabó parado a mediados de los ochenta tras funcionar casi 250 años rodeado de tierra de labradío, «de cavar a legón», de pradería, de buen albariño con cepas centenarias y de pesqueiras y de pesca de salmón, trucha, peixes y extraordinarias anguilas.

Casi todo es ya recuerdo entre selva de arbolado y matorrales, un viejo nogal que resiste y caminos que claman por mejora para acceder al enclave.

El molino atendía a las dos orillas. Tenía sendos embarcaderos y barca para cruzar el Ulla. Era paso para molienda y también para ferias, para fiestas, para ir mocear y para ir a ver familia: «Había moita xente sempre. Chegaban de Beseña, de Turces, de Novefontes, de Calvos,... e deste lado das Cruces, de Ferreirós, de Dorvisón, de Carbia, de Ollares,... O muíño non paraba nin de noite, non daba feito», recuerda Ramón, «e iso que tiña dúas pedras e moía 70/80 ferrados ó día. Non había moita muiñada, como se di, porque había moita familia na casa», dice socarrón.

Los molineros eran también barqueros. «!Muiñeiro! ¡Barqueiro!, ¡Baixe pasar!». Recuerda esas voces Ramón y también lo refrenda José Antonio Asorey, el bisnieto da Muiñeira, que daría nombre a la casa hasta hoy en Casanova de Ollares y fue el antecedente más antiguo en la saga de muiñeiros de Ollares. «Berrábanlle a meu pai: ¡Luciano! ¡Muiñeiro! ¡ Baixe pasar!». Según el grito, era el trabajo, pasar para moler grano o para seguir viaje. Y esas llamadas eran riqueza pero también tremendo esfuerzo y riesgo vital extremo. «A barca era algo rectangular e un pouco curvada por baixo. Cara Ollares pasábase bastante ben, cara Circes había que chegar a un remanso onda penedos e despois, con moita forza, remar contracorrente esquinándoa para poder saír a beira. Era impresionante». La barca pasaba cuatro vacas: «Entraban dúas, baixábanse os remos e entraban outras dúas», dice Ramón, que precisa que «chegamos a meter oito becerros e ós donos».

Ahogada al pasar vacas en barca

El riesgo era tal que llegó el drama. «

No 1959 miña irmán Ramona estaba pasando vacas que a tiraron o río e afogou. Non sabía nadar. Ia unha irmán que sabía pero non dou feito nada

». Fue el final de la etapa de Ramón. Arrendó el negocio a un hermano, que daría luego el testigo a los Asorey, que ya lo tuvieran con la Muiñeira. Siguió molienda y barca con remos y sin cable porque allí era más peligroso por la fuerza del agua. «Había que usala forza xogándolle o golpe a corrente», dicen Ramón y José Antonio.

Fernández y Asorey, dos sagas familiares que entrecruzaron la gestión del Muíño da Barca

El Muíño da Barca de Ollares tiene inscrito como año de construcción el 1738 y dejó de funcionar sobre 1982. Los señores de Louzao eran los dueños cuando empiezan los recuerdos nítidos. Estaba de casera a Muiñeira, de quien se mantuvo el nombre a la casa en Casanova de Ollares. La Muiñeira llevó el molino hasta 1920. Entraría luego a gobernar molino y barca quienes llevarían el nombre hasta hoy de la Casa do Barqueiro que, originarios de Ollares, están radicados en Circes (Touro).

Es la familia del último molinero que sigue vivo en estas sagas del molino, Ramón Fernández. Sus padres acabaron adquiriendo la propiedad tras período de caseros aunque quiso comprársela por 20.000 pesetas un vecino de Carbia que había gestionado la venta. Compraran los padres de Ramón. Llevó el molino el padre hasta fallecer y siguió la madre, María Vázquez, desde 1948 a 1954, cuando fallece. Ramón, llegado de la mili, se hace cargo para sacar adelante aquella familia en la que era uno de los once hijos a los que el rendimiento del molino y de la barca permitió sobrevivir.

La tragedia de la muerte de su hermana en el río propició en el 58/59 que lo dejara tras cinco años de gestión. Además, había confusión con la incidencia futura del pantano sobre el molino. Siguió hasta el 65 su hermano José y en ese año lo vendieron dando un retroceso a la historia porque lo compra Antonio Asorei, que era hijo de la Muiñeira, la antigua casera. La saga Asorey siguió con el hijo de Antonio, Luciano, que ya sería el último muiñeiro y barqueiro del Muíño da Barca de Ollares, que lo gestionó hasta el final, primeros años ochenta, recuerda su hijo y bisnieto de la Muiñeira, Jose Antonio Asorey, que es referente actual de la última época del molino, con también lo es Ramón Fernández. Uno sigue en la Casa do Muiñeiro en Ollares y el otro en la Casa do Barqueiro en Circes.

"Cobrábamos un real por pasar o Ulla na barca, ida e volta"

«O señor viña, abríase a hucha e repartíase a maquía, a un tercio, pero creo que os caseiros tampouco son así moi legais e igual o terzo media algo máis, digo eu». Ramón Fernández, el último molinero y barquero del Muíño da Barca de Ollares, que permanece vivo y con 85 años, detalla el día a día del molino de río que hoy es de regato tras el traslado.

José Antonio Asorey, bisnieto da Muiñeira, recupera con Ramón la historia. Quedan bajo el agua antiguos muros y estructura de protección y canalización de molino y prados. Quedan restos recuperados de pesqueiras y espacios de compuertas de regulación de agua hacia el rodicio. «A barca podreceu e unha última foi requisada porque xa non era para uso orixinario», dice Asorey sin profundizar en el caso.

Las cuentas del molino y de la barca alimentaron a los once hijos de la Casa do Barqueiro y a la familia de la Casa do Muiñeiro en sus épocas respectivas. «De cada ferrado de grao sacábase un cuartillo, coma un quilo de trigo, centeo ou millo,... que logo levabamos a feiras, as Cruces ou a Arzúa». La ultima harina que recuerda Ramón salió de sendas piedras traídas de Portugal a mitad de siglo, bajadas en carro por la corredoiras donde cruza el Camiño das Porcas, alusivo al paso de jabalí, hoy casi intransitable.

Usar la barca cotizaba en dinero. «Acordo cando era un real, ida e volta, solo ida eran tres perras. Despois foron dous reais e o último que recordo xa era una peseta, ida e volta».

Y recuerda, abundantísima, la pesca. Las riadas dejaban pozas cargadas «e dabamos recollido un cesto de peixes». Pero el fuerte era en la pesqueira de madera que cargaba salmones, truchas y anguilas de un río que también daba mejillones. «O señor cando viña a crecida xa se presentaba rápido, que vivía en Ollares, porque estaba cargada e cando se acababa a forza deles eran para o caseiro». Levantar la estructura era cosa de más de una persona.

Multas de 2.500 pesetas

Pero no era territorio libre y la regulación supuso, que recuerde Ramón, tres multas de 2.500 pesetas por esa pesca. Un día «

presentáronse gardarríos de Pontevedra con machadas e ferramentas e rebentaron a pesqueira».

Eran las excepcionalidades del día a día en el viejo molino que tenía un metro de ancho en su muro para defenderse de las riadas del bravo Ulla, que ya con el embalse de Portodemouros activo volvería a inundar el molino.

Sin barca y con molino de regato en desuso, todo es distinto. Se paró el mundo en esa orilla de Ollares. Se liquidó un polo de desarrollo rural, antes lleno de gente y de vida. Situado en cola del pequeño salto Touro 2, tiene aguas arriba otro, Touro 1, y aún más arriba Portodemouros.

El molino se reconstruyó con algo menos de altura, paredes mal ensambladas, madera de pino donde hubo castaño, tablas de encofrar en lugar de las viejas cajas de madera de las piedras y hasta recortaron piezas maestras y olvidaron las tres escaleras de acceso. Pero revive la historia del viejo Muíño da Barca de Ollares y puede volver la vida a esa orilla compartida con Touro.

Otero activó apoyos y un proyecto para hacer un centro de interpretación

No hace ni un lustro que O Muíño da Barca de Ollares pasó a manos del Concello de Cruces. Fue a raíz de su desplazamiento en dominios del salto construido. El regidor, Jesús Otero, tardó en reconocer el lugar. Cuando pudo visitarlo vio luces de desarrollo rural fundamentado en la recuperación de esa historia. Fue entusiasmándose a medida que pudo ir contactando con protagonistas más o menos directos en la historia del enclave y pronto tuvo claro que era necesario recuperar ese espacio porque supone recuperar la propia memoria, porque supone activar una zona extrema en cuanto a densidad de población y carencias en infraestructuras más allá de las últimas casas y mirar hacia el futuro con mensajes del pasado. Se plantea un centro de interpretación de los molinos acopiando documentación, historia y materiales ligados a este de Ollares.

Ese impulso le llegó al conocer líneas de ayuda de la Diputación para recuperar estos elementos. Son escasas pero encontró interés colaborador con la idea en la empresa Gas Natural Fenosa y Otero va viendo la luz a la iniciativa y activa la recuperación de información e inicia un proyecto, que está preparando la arquitecta María José García. Ambos ya recabaron estos días información directa.