Un final en gris

Alberto Blanco

DEPORTES

Javier López | EFE

17 feb 2019 . Actualizado a las 23:20 h.

Decisión instant replay. Penalti y expulsión, José Luis. Penalti y expulsión. La final de Copa queda marcada por el color gris. Y es una lástima porque 45 minutos de baloncesto han quedado eclipsados por los colegiados. Que en este caso sí inciden mucho. Siempre deciden. Campeonó el Barcelona, pero lo dejó ganar el Madrid, con un último cuarto de infantiles.

En apenas tres minutos y medio, el equipo de Pablo Laso tiró por la borda el trabajo realizado tras el paso por los vestuarios. Un colosal Ayón puso al borde del precipicio al Barcelona. Laso optó por mantener a Campazzo y al interior mexicano todo el tercer periodo y los blancos fueron una orquesta. Cegaron el ataque blaugrana, con especial mérito a la poca nitidez de Heurtel y encontraron todas sus armas en ataque: tiros abiertos en las esquinas, juego de pick and roll, carretones para sus tiradores. Así llegó el 60-44.

Antes el partido llevaba el ritmo blaugrana. Optó Pesic por dejar el mando del equipo en Pangos. El canadiense, más director que anotador, marcó el perfil de los catalanes. Empezaron el partido metiendo balones en la pintura a Tomic, para castigar a Ayón. Y eso provocó un juego largo y poco fluido. Un par de pases de magia de Campazzo fueron todo lo sublime del Madrid en esos primeros diez minutos.

Llull, salido de una lesión, no estaba para hazañas en ese día. Pero aún así, el mallorquín entró en ebullición pasado el ecuador del segundo periodo, y los de Laso tomaron una pequeña renta. El Barcelona jugó con pausa, sumó por muchos sitios y llevó las tablas al descanso. En ese juego de ajedrez que Pesic quiso convertir el partido, destacó Víctor Claver. Muy notable en muchas facetas menos vistosas. Una defensa, un rebote por allí, una falta por allá, un triple abierto.

Pero Pesic dio un giro a su defensa situando a Oriola junto a Singleton como pareja interior al inicio del cuarto periodo. Y empezó a cambiar en los bloqueos directos. Y todo lo blanco se convirtió en azulgrana. Parcial de 1-19 y el Barcelona en un abrir y cerrar de ojos logró la remontada (61-63). Era un encuentro de categoría infantil. Poco visto a estas alturas de la película. Heurtel había tomado el mando de las operaciones.

Llull, siempre Llull, hizo una de las suyas y embocó el partido a la prórroga. Y los equipos sueltos ya ante el aro rival. Muchas faltas. Muchos tiros libres. Elemento de poca notoriedad hasta ese momento. Hasta que llegó la falta y expulsión. José Luis, eso era falta y expulsión (90-92 para el Barcelona). Creo que el segundo anfiteatro de la grada de fondo, escuchó el hostión de Randolph a Singleton. ¿Habrá nevera? Agresión. Leñazo. Pero la pelota la pilló Carroll y la transformo en un dos más uno. Otra vez, 4.3 segundos. Pero balón al otro lado.

Y así pasamos al momento Vrankovic... perdón Tomic. Se me agolpan los recuerdos. ¿Os acordais? Aquella entrada de José Montero hacia el primer título continental del Barcelona, taponado de forma ilegal por Vrankovic. La Copa de Europa de Aíto. Y así terminó el partido. En el día europeo de las Copas, este clásico lo tapa todo. El título de Fenerbahce, Pittino suma su primer título en Europa, el estreno del Cremona, la doble caída de Saras Jasikevicius (en Vilnius con Rytas) y en Madrid con el Barcelona... Todo tiene un doble sentido. Qué maravilla de deporte. Cuatro segundos. El todo o nada. La gloria o el infierno. El título, o el casi título. La Copa del Rey.