Amigo Vituco

DEPORTES

23 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Empujabas las puertas batientes de la vieja redacción de La Voz de Galicia y sabías, sin necesidad de desviar la mirada, que en la mesa de la derecha estaba Vicente Leirachá. Sumido en interminable plática con don Emilio Rey, atareados ambos en reparar alguna avería imprevista en el Dépor o el Real Madrid. O trazando con su equipo técnico la oferta informativa del día siguiente. O impartiendo doctrina de vida, siempre a partir de metáforas o parábolas futboleras de validez universal. O ejerciendo de ojeador y entrenador de periodistas juveniles, perspicaz a la hora de calibrar el potencial del recién llegado y su posible rendimiento.

Radicalmente generoso y «paternal con los novatos», como certificó ayer Fernando Hidalgo. Tremendamente exigente también, porque no era cualquier cosa acceder a la plantilla del Real Madrid o al primer equipo de la prensa gallega. Yo lo oí abroncar a Paco Buyo, no sé a cuento de qué decisión personal del guardameta, y a mí, por alguna ingenua pérdida de balón en el borde del área. Reprimenda y, acto seguido, un par de consejos estimulantes para mejorar el juego de equipo.

En 1981, cuando llegué al vestuario, La Voz de Galicia, bajo la batuta de Santiago Rey, era ya una institución señera que se preparaba para celebrar su primer centenario. Y Vituco Leirachá, una institución dentro de la institución. Después me incluyó -a mí, un colchonero- en su gigantesco círculo de amistades. Así de hospitalario era el amigo que hoy quiero recordar. Antes de que se convierta definitivamente en leyenda.