Iván Raña: «El cuerpo se adapta a salvajadas»

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso Lois REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

GERT EGGENBERGER

El ganador de un IronMan de leyenda en Austria, narra el día después del reto extenuante de competir durante casi 8 horas a nado, en bici y a pie

02 jul 2014 . Actualizado a las 12:47 h.

Con la chispa de Iván Raña, siempre dispuesto a compartir una broma, no puede ni el cansancio de un IronMan. «Ahora te felicitan todos a través del teléfono porque es gratis, con tuits y mensajes, peor antes nada». Sigue en Austria todavía, porque la larga distancia tiene sus ritmos y la entrega de trofeos se realizó ayer, más de un día después de su victoria en Klagenfurt, con 7:48.43, a tres minutos del récord mundial sobre 3,8 kilómetros a nado, 180 en bici y 42,2 a pie. El deportista de Ordes explica como es la resaca de una de las pruebas más exigentes del mundo.

Del triunfo a la camilla

Después de las fotos, al hombre de hierro le espera algo tan glamuroso como una camilla y un control antidopaje, la trastienda de la victoria. «Estuve allí tirado sobre una tabla, bebiendo para recuperarme. Es increíble lo rápido que llegas a recuperarte tras los mareos que puedes sufrir al cruzar la meta, cuando no puedes ni andar. En ese momento, tras el calentón de la carrera, necesitas estar allí solo, unos 20 minutos, casi con los ojos cerrados, para recuperar y respirar. Si alguien está hecho polvo le pueden meter suero, salvo que tengas luego el control antidopaje».

Tampoco es momento de masajes ni de atenciones: «Tienes tan doloridas las piernas que si te tocasen te harían daño». Para lo que es habitual en deportistas de ultrafondo, Raña evita los fisioterapeutas salvo por motivos concretos, aunque visita con frecuencia a O Bruxo, José Luis Torrado. Tras recoger su coche, un rodeo, porque el IronMan seguía disputándose para el resto de los tres mil inscritos. A diez kilómetros le esperaba la casa que alquiló con su amigo y entrenador, Alejandro Santamaría.

El primero recibe al último

Ya duchado, todo es un quiero y no puedo, comer, descansar, nada se hace de verdad después de semejante paliza. «Hay que comer e hidratarse. A las cuatro horas tienes muchísima hambre, pero muchos alimentos ni te entran, tipo cocido y esas cosas. Comí pasta, fruta, arroz. Como no era capaz de echar una siesta, contesté tuits y mensajes, estuve más de una hora liado con entrevistas y volví a la zona de meta sobre las diez de la noche». Como campeón, le esperaba la tradición de recibir al último triatleta popular, ya de noche, antes de la fiesta en la zona de meta: «Hay ambientazo, con DJ y demás, pero del cansancio no te puedes ni mover». Allí compartió un rato con un triatleta aficionado de San Diego, el último en llegar, después de 17 horas. «Terminan más fatigados que nosotros», explica Raña, que ya se veía en la portada de la prensa local que se repartía entonces junto a la meta.

El ganador, como los aficionados, también tuvo su momento crítico en el kilómetro 26 del maratón final a pie. «Me entró un bajón, me daban escalofríos, pero saber que estaba cerca del récord me animó mucho y el final fue más llevadero», explica Raña.

Dolor «en las patas y caderas»

El cuerpo también recuerda y aprende. El dolor ya no es el mismo del primer IronMan que completó, en noviembre del 2012, en Cozumel. «Entonces casi no podía ni moverme. Pasas cuatro horas acoplado en la bici y luego corres 42 en asfalto. Así que es lógico que ahora tenga dolor en las patas y en las caderas. Estás cargado y deshidratado a nivel fibrilar. Si te puedes mover, luego ya recuperas rápido. El cuerpo se adapta a salvajadas», explica.