Preparados para el festival Beethoven

ANTÓN DE SANTIAGO

CULTURA

Lo dirigió Giovanni Antonini, experto en interpretación histórica del barroco con «Il Giardino Armónico»

08 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la Sinfonía 103 de Joseph Haydn (1732-1809), inscrita en su estilo tardío, y el Concierto para flauta y oboe del olvidado Franz Krommer (1759-1831), el programa 21 de la Orquesta Sinfónica de Galicia daba paso al inminente Festival Beethoven, homenaje al abonado.

Lo dirigió Giovanni Antonini, experto en interpretación histórica del barroco con Il Giardino Armónico y que ha dado un paso hacia el clasicismo y el primer romanticismo. Abordó también la Sinfonía n.4, Trágica, de Franz Schubert (1797-1828). Conductor de gesto intenso, cuida las gradaciones dinámicas del fortísimo al pianísimo, los acentos, las transiciones rítmicas y lo cantable de tales obras.

Haydn con sus últimas sinfonías londinenses pretendía el aprecio del público de pago y, ante una mejor orquesta a su disposición, consiguió que los críticos lo calificasen de «encantador». Los movimientos extremos son Allegro spiritoso; agradable el Andante y gracioso el Minueto. Orquesta y director cumplieron.

A Krommer solo se le reconoce su Concierto para clarinete, pese a tener 300 obras. Prácticamente coetáneo de Mozart compitió con él, con Beethoven y Schubert. Y los sobrevivió. La posteridad fue para estos. No obstante, el Concierto para flauta y oboe es obra de ordenada construcción clásica, grata y de lucimiento para los solistas. De esta parte se encargaron de nuevo dos componente de la OSG, el flauta Juan Ibáñez y el oboe David Villa. Ambos, que fueron largamente ovacionados, demostraron nivel técnico, gran musicalidad y complicidad.

Tenía 19 años Schubert cuando escribió la Cuarta y se debatía entre ser compositor o dedicarse a maestro de escuela. Además arrostraba el desprecio a que lo sometió su admirado Goethe y decepciones amorosas. Pasado el tiempo, él la calificó de Trágica. No llega al nivel de las dos últimas, pero anuncia su genio sinfónico. Tras un acorde en fortísimo de do menor, la obra expresa inquietud, melancolía en el Andante, refugio anímico en el Minueto y una huida hacia delante en el Allegro final. Pulso, intensidad y melodismo de ley, muy bien servidos por Antonini y la Sinfónica de Galicia. La tragedia vendría después. Moriría de sífilis a los 31 años.