Elvira Lindo, en su visita a Galicia: «Creo que hay una resiliencia muy poderosa en los niños»

A CORUÑA CIUDAD

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MARCOS MÍGUEZ

El suspense y la fábula confluyen en «En la boca del lobo», la última novela de la autora, que ha visitado A Coruña

19 ene 2024 . Actualizado a las 10:42 h.

Su mirada al universo infantil y juvenil ha orbitado en muchas de sus novelas, algunas longs sellers como El otro barrio. Elvira Lindo (Cádiz, 1962) se pone en la piel de Julieta, una niña de 11 años, en su última historia, En la boca del lobo (Seix Barral), en la que aborda un problema tan duro como los abusos infantiles y que envuelve en una trama de suspense donde prefiere los silencios y las sombras al detalle.

La escritora hizo doblete en Galicia hace unos días para promocionar el libro y participar en un ciclo de cine que recupera los grandes clásicos para exhibirlos en la pantalla grande, en la del Teatro Colón, de A Coruña. Para Lindo, que confiesa que prefiere ver las películas acompañada y que acaba de debutar como codirectora en Alguien que cuide de mí, la cultura cinematográfica debería estar presente en los institutos como un puente a un arte donde la urgencia de la novedad oculta la grandeza de filmes de visita obligada. ­

—¿El consumo de contenidos refleja cómo se agranda la brecha generacional?

—Hay gente de mi generación que a veces, en los periódicos y medios, trata de tener una postura juvenilista y dice lo de ponernos al día en TikTok y todo eso. Yo, si lo hiciera, sería un poco hipócrita porque no me interesa. Creo que hay que promover la lectura pausada, el tener paciencia para cosas que hay que disfrutar con una escucha activa, con una atención plena y eso es lo que debemos defender, no apuntarnos a lo superficial porque sea eso lo que prime o te haga más simpático, sino porque creo realmente que vale la pena. Intento que, en lo que escribo, dialoguen las diferentes generaciones. Hay cosas que se pierden si no se renueva el interés de los más jóvenes.

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MARCOS MÍGUEZ

­—Con esta novela nos traslada a un paisaje real, inspirado en una localidad de su infancia, y en el que la protagonista busca un respiro con su madre.

—Quería penetrar en ese mundo. Quise acercarme con la mirada asombrada que tenía desde niña. No quería que pareciera la mirada de una mujer urbana que se acerca de pronto a un pueblo. He vivido en mil sitios, fuera de España, pero en lo más íntimo queda esa infancia vivida ahí con esas personas, con esa habla, con ese paisaje. Al haberme mudado muchas veces, y esta idea creo que es muy común, pienso que uno va dejando fantasmas del pasado en los lugares que han sido importantes. Y el fantasma de la infancia siempre está en lugares que formaron parte de tu crecimiento.

­—¿Cómo surgió la historia de Julieta?

—No quise hacer una novela autobiográfica sobre mi infancia ni nada de eso. De pronto empezó a surgir como un milagro esta criatura, Julieta, que quiere contar algo que le está ocurriendo y no sabe cómo ni a quién. El entorno, el paisaje, ya estaba dado y de pronto irrumpió ella. Me ha interesado siempre mucho la debilidad humana y mi indagación durante las conversaciones que mantuve a lo largo de la vida con personas que sufrieron abusos era por un interés humano. Cuando llegué a esta niña que estaba creando sabía muchas cosas sobre cómo el cuerpo cuenta lo que le pasa antes de tener la capacidad de expresarlo verbalmente.

­—¿Puedes desconectar de una historia cuando no te cae bien un protagonista, como la madre de Julieta?

—Me gustan los personajes complejos, no espero que se comporten bien. La madre no responde a un estereotipo. Esa madre no es todas las madres. Es una madre complicada, que no tiene instinto maternal ni ganas de proteger a su hija. Lo milagroso es que, cuando creas una personalidad que solo responde a ella, al final, el lector acaba viendo muchas historias que ha conocido en carne propia o en la vida del prójimo.

­—¿Qué sucede cuando el mal surge en casa?

—Se vio claro durante la pandemia. Quien tenía en su casa una situación amenazante u hostil sufrió la situación más que los que teníamos una vida tranquila dentro de nuestras paredes. La casa siempre tiene que ser un refugio. La intemperie del mundo existe y todos los seres vivos necesitamos nuestra madriguera donde protegernos del frío, de la amenaza, de alguien que nos quiera cazar o matar. Si eso no lo tienes, es terrible, y si encima eres un niño que necesitas amparo y confort, irrumpe en tu mente y en tu personalidad. Aun así, siempre tengo esperanza porque creo que hay una resiliencia muy poderosa en los niños. Creo que con ayuda y amor se puede luchar contra la herida del pasado.