«Ben-Hur» regresa cabalgando sobre una cuádriga de efectos digitales

miguel anxo fernández

CULTURA

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Bekmambetov dirige la nueva versión del clásico inmortal de William Wyler

29 ago 2016 . Actualizado a las 08:23 h.

La distancia que va del trucaje empleado por el francés Georges Méliès en su rudimentaria pero encantadora Viaje a la luna, estrenada en 1902, al Ben-Hur digital del kazajo Timur Bekmambetov, representa más de un siglo de evolución continuada en el arte de crear ilusiones para la gran pantalla. O la que va entre el artesanado a base de telas y papel pintado, cartón y maderas, en su pequeño estudio acristalado de Montreuil en las afueras de París, a los últimos avances en CGI, acrónimo de Computer Generated Imagery, disciplina sin la cual la industria cinematográfica actual no podría generar muchos de sus grandes éxitos comerciales, sobre todo si están abonados al género fantástico.

La nueva adaptación del novelón que Lewis Wallace ofreció a los lectores en 1880 para convertirse en best seller universal, pretende ser un lifting audiovisual de la ya mítica versión de 1959 a cargo de William Wyler, aquella que se llevó 11 Oscar y enfrentó a Charlton Heston-Judah Ben-Hur con Stephen Boyd-Messala, en una memorable carrera de cuádrigas rodada en los estudios Cinecittá en Roma (a su vez inspirada en la misma secuencia para la película silente homónima de Fred Niblo, en 1925). Hasta la capital italiana se trasladó la nueva producción, en donde también se recogió idéntica secuencia durante 32 días, aunque esta vez recurriendo en gran parte a la tecnología digital, pese a utilizar recursos analógicos como actores, caballos y carruajes.

La intención de MGM y Paramount, que aportaron buena parte de los casi 100 millones de dólares de producción, era filmarla en el Círculo Máximo de Roma en marzo del pasado año, pero el Ministerio de Cultura italiano no concedió su autorización por considerar que podría provocar daños patrimoniales irreparables. Para lograr esos diez minutos culminantes, Bekmambetov, ya muy familiarizado con los nuevos avances tecnológicos en anteriores rodajes como Guardianes de la noche (2004), Wanted (Se busca) (2008) y Abraham Lincoln, cazador de vampiros (2012), utilizó cámaras GoPro, en concreto una cámara G4, que según el director es «un tipo de cámara que funciona como un iPhone y consigue que todas las escenas den la impresión de que estás allí, en medio de la acción».

Igualmente, Bekmambetov, buscó inspiración plástica en las redes sociales y otras herramientas ahora de uso común. Si en la oscarizada Gladiator (que en el año 2000 marcó la pauta en la recuperación del péplum para la pantalla grande), Ridley Scott junto a su director artístico Arthur Max buscaron la referencia visual en la pintura romántica francesa del XIX, el director kazajo afirma haberse inspirado en Instagram «y en vídeos de YouTube», sobre todo relativos a la competición automovilística Nascar, en cuanto a planificar el ritmo y la intensidad de la carrera de cuadrigas (precisamente en YouTube se puede acceder a una recreación de dicha secuencia grabada en 360?, anticipo de cómo se verá en la pantalla grande).

De Italia a California

Además de Cinecittá, las localizaciones restantes se repartieron por Matera en la región de Basilicata, y Gravina di Puglia en la región de Bari, con secuencias adicionales recogidas en el desierto de Colorado, en la californiana Mecca Hills. El guion de Keith R. Clarke y John Ridley se mantiene fiel a la trama base ideada por Wallace, aunque aligerándola para dotar de mayor ritmo a la nueva versión, ajustándola a las exigencias del cine mainstream, centrándolo en la rivalidad entre Judah Ben-Hur (Jack Huston) y Messala Severus (Toby Kebbell), relegando a secundarios a otros personajes, a excepción de Jesús (Rodrigo Santoro) y el jeque Hilderim (Morgan Freeman), mentor de Ben-Hur después de sobrevivir al naufragio.

Aunque la crítica local la acogió con desaire y su resultado en taquilla durante el primer fin de semana fue muy decepcionante al reunir apenas 14 millones de dólares, se espera que Ben-Hur se convierta en éxito internacional, apelando sobre todo al target juvenil por su acabado formal, pero también a la comunidad católica, muy receptiva a las recreaciones bíblicas.