«Negro o blanco, la sangre es toda roja»

Patricia Blanco
Patricia Blanco CARBALLO / LA VOZ

CEE

J. M. CASAL

El sacerdote preside la oenegé Égueire, que celebra una cena benéfica el viernes en Cee

09 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Al inicio de la conversación, con motivo de la cena benéfica que la oenegé Égueire celebrará pasado mañana en el Hotel Insua de Cee, Désiré Kouakou (Costa de Marfil, 1972) cae en la cuenta de que justo estos días hace diez años de su llegada a Galicia. Él es el presidente de la entidad, además de párroco de A Ameixenda y Brens (en Cee) y de Buxantes (Dumbría). Antes, lo fue en Alborés y Os Vaos (Mazaricos) y en Muíño, Brandomil y Brandoñas (Zas). Previamente, justo a su llegada, ya había ayudado en varias parroquias mazaricanas. Désiré dice estar pleno, encantado.

-¡Feliz aniversario!

-¡Gracias, gracias! [Ríe]. ¡10 años!

-¿Imaginaba 10 años en Galicia?

-¡Ni lo soñaba! [Vuelve a reír].

-¡Qué contento!

-Mucho. Mi experiencia aquí es muy positiva, he encontrado en mis parroquias gente maravillosa. Mi estancia en Galicia es una bendición para mí: aquí nació un proyecto que siempre he tenido en el corazón, la oenegé Égueire. Todo esto gracias a los gallegos.

-¿Ya se siente un poco gallego?

-¡Creo que sí! Antes de venir aquí conocí en la Universidad a Xosé Manuel Pensado, el cura de Mazaricos. Me dio un cedé con cantos de Rosalía de Castro. En África, lo escuchaba. No entendía nada, pero me gustaba la melodía. Además, me ordené sacerdote un 24 de julio y dije mi primera misa un 25 de julio, la fiesta del Apóstol. ¡Creo que no hay nada de casualidad! Entonces no sabía que un día llegaría a estar en Galicia, en la diócesis de Santiago... ¡Tantas cosas positivas...! Claro que al principio a la gente le sorprendía, no solo ya por el color, sino por el modo de ver las cosas, el cristianismo que vivimos allí es diferente al de aquí, pero al final las personas te conocen. Negro o blanco, la sangre es toda roja. Cada día veo que la gente me aprecia un poco más.

-Acostumbrados a curas de más edad, más serios, curas de «Don»...

-[Ríe]. ¡Me han contado lo mismo! Yo soy una persona accesible. Mis parroquias ya están acostumbradas. Este año hicimos lotería de Navidad para ayudar a nuestros proyectos de Égueire. La gente compra, y no porque crea que le va a tocar, sino para ayudar. Hay quien no podrá venir a la cena, pero te dice: «Esto, para los proyectos». ¡Qué generosidad! [Se emociona].

-Sin embargo, hay quien a la hora de colaborar, dice que es prioritario que se ayude aquí.

-Sí, hay gente que dice: «Aquí también hay pobres». Siempre lo repito: «Bien, estoy de acuerdo, también los hay. Pero el problema no es aquí o allí, sino tener un corazón para ayudar, aquí y allí». La pobreza de África es muy diferente. La gente que no quiere ayudar busca argumentos así, pero creo que esas personas no ayudan nunca.

-¿Todavía pueden anotarse más personas para la cena del viernes?

-El aforo es de 190 personas y llevamos 160. Si esas 30 que faltan quieren venir... ¡que vengan! [pueden contactar con el párroco, en Brens, o a través de las redes de Égueire]. Todo cuando se recaude se destinará a la Maternidad de Gran Lahou [en Abidjan, capital de Costa de Marfil]. Hemos puesto la primera piedra y ahora hay que construir. No tenemos ni una subvención, pero estamos contentos. La generosidad puede transformar el mundo y, con pequeños gestos aquí, la gente logrará que allí los niños nazcan bien y no mueran.

-¿Y con los refugiados sirios? ¿No deberíamos ser más solidarios?

-Hay memoria corta. Los gallegos emigraron y les abrieron la puerta. Este año, fuimos a Costa de Marfil por la Maternidad que estamos construyendo y vino un señor de aquí. Volvió transformado. Vio aquella pobreza, que la gente no tenía nada, pero sí nobleza, generosidad, compartían contigo. ¡Todos somos iguales, negros, blancos, amarillos! Todo el mundo quiere estar en su tierra, ¿no? ¿Quién no quiere una vida mejor? Muchas cosas del mundo están globalizadas, pero con las personas parece que cuesta más.

-¿Puede uno tener un corazón solidario sin ir a misa? ¿Y al revés, ir a misa y tenerlo no tan bueno?

-En mis parroquias lo digo: la cuestión no es ir a misa todos los días, sino lo que hace la persona. Hacerlo por costumbre no vale: ir a misa significa que has encontrado a alguien, y ese alguien es Jesucristo. Para mí encontrar a Jesucristo da sentido a la existencia, es la mayor alegría, te permite ver el mundo de otro modo, ser generoso, simpático, compartir... Es decir eso: «Me ha tocado tanto esto, que voy a misa». No distingo entre quienes van y quienes no. ¡Los jóvenes! Si salen el sábado y les obligan a venir el domingo a misa, para estar aburridos, no, mejor que se queden casa. A misa se va para celebrar una alegría y, si no la han descubierto, no pasa nada, ojalá la descubran. Tengo muchos amigos que no son cristianos, y son mis mejores amigos. Da igual. ¿Ir a misa y salir criticando? No. A veces sufro. Tenemos que querernos.

«Entiendo el gallego, pero 'falar', nada, me cuesta muchísimo»

Además de la cena del viernes, ya hay fecha para la Fiesta Africana 2016: será el 2 de julio y volverá a actuar el coro Saint Luc Banabakintú. Désiré se prepara también para la Navidad. Le gusta.

-¿Le preocupa la escasez de párrocos en Galicia? ¿Cree que, como dicen muchas personas, si pudiesen tener una familia como otro hombre cualquiera, habría más?

-En la iglesia protestante se casan y tienen familia, no tienen una vocación como nosotros. Pero no es cuestión de eso, es algo más profundo. Lo decía el otro día: «Hay jóvenes sin trabajo. ¿Por qué no se hacen curas?». Porque no es cuestión de trabajo, o de poder tener hijos, va más allá. Eso es que el mensaje del Evangelio no ha llegado todavía. Cuando quieres a una persona, lo demás no cuenta: no vas a buscar más cosas, porque esa persona te llena. Yo he encontrado a Jesucristo. Mis vecinos de la parroquia son mis hijos también, porque yo estoy disponible para su servicio, lo demás no cuenta, mi vida es eso.

-Le hace feliz.

-¡Me hace feliz! Estoy contento cuando comparto su palabra. Cuando era pequeño, andaba kilómetros para ir a misa. Aquí, y sobre todo en Galicia, cada lugar tiene su iglesia, y nos hemos centrado tanto en el parroquianismo que parece que hay que dar la misa en casa y creo que no tiene sentido...

-Hablábamos del coro de Banabakintú, con los problemas de consulado que hubo para algunos miembros. ¿La burocracia va por un lado y la solidaridad por otro?

-Sí, y el mundo está así por eso. [Cita, también, los problemas semejantes que han impedido a dos jóvenes marfileños ingresar el año pasado en la escuela Fonteboa de Coristanco: «A ver si para el año»].

-Désiré, por cierto, ¿y el gallego?

-Ay, en mi cabeza ya no entra más. Lo entiendo, lo entiendo, pero falar nada, me cuesta muchísimo [Ríe, hondamente, como lo hace él].