El agua ya no mueve los molinos

Santiago Garrido Rial
S. G. Rial CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

Son consustanciales a la historia de las parroquias. La mayoría murieron o están a punto, pero otros sobreviven

27 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es casi imposible cuantificar el número de molinos que hay en la Costa da Morte, restaurados o no. Casi lo es con los castros, grandes y visibles, así que mucho más con estas pequeñas construcciones que forman parte, de manera directa, intrínseca, de la identidad de las 157 parroquias que hay en la comarca. Son lugares que han marcados a generaciones durante cientos de años, permitido la apertura de caminos, generado lindes, creado conflictos de herencias y partixas, estimulado la toponimia, las relaciones vecinales y el desarrollo agrícola.

Hay ejemplos de excelente restauración, como el de A Agra, en Vimianzo. En pleno casco urbano. Fue de los últimos en recuperarse, en el 2014. También en Muxía, en el Río Negro, rehabilitaron las construcciones los alumnos de la escuela taller.

Es complejo. Requiere una persona con tiempo, y recursos. Y allí donde funcionan (el Muíño do Quinto, uno de Rus, otro en Borneiro...) es a título particular, aunque de vez en cuando se abran a las visitas. Los públicos tienen paredes y techo recuperados, pero no se puede hacer nada en ellos, como los de Gabenlle, en A Laracha, desde el inicio hasta O Formigueiro. A veces parece que es mejor tenerlos sellados: en uno de ellos, con barrotes, alguien introdujo basura en su interior; en otro, pintaron la puerta exterior. Pero en todo caso, los paseantes disfrutan de una arquitectura popular que estaba casi en ruinas. Como también, a finales de los años 90, lo estaba el conjunto de molinos de Toba, en Cee, reconvertidos en una agradable área recreativa, al igual que los de Verdes, en Coristanco, que como Refuxio va más allá. Los de Toba fueron caso los pioneros en este tipo de iniciativas. Aunque otras tuvieron (y tendrán) apoyo provincial, como los de los Batáns: hubo una temporada, bajo la gestión de Neria, dónde sí se molía el maíz, con lo que el aprendizaje para los visitantes era completo. Pero ya no. También se aprende en el Museo dos Muíños de Golmar, en A Laracha, pero solo en visitas organizadas o en determinados períodos estivales. Un centro de interpretación que, bien aprovechado, puede dar mucho de sí, sobre todo porque también implicó la recuperación de la rectoral y su entorno, allá por el año 2009.

En Ardeleiro-Cerqueda, el conjunto que baja hacia el mar es otro ejemplo de uso turístico, pero no etnográfico. Además de la complejidad de personal o técnica, muchas veces están en manos particulares y no resulta sencillo rescatarlos. Así que una mayoría se pierden en el olvido.

Toba. Hace ya 17 años que se restauró este conjunto que quedó como área recreativa. Fue casi el pionero de la comarca en este tipo de actuaciones. foto j. a. suárez

Cerqueda. En este molino bien rehabilitado de Abellariza robaron hace poco piedras. foto casal

Ardeleiro. En la parroquia de Cerqueda, otro ejemplo de aprovechamiento turístico. foto casal

Gabenlle. De principio a fin del paseo de madera pueden apreciarse construcciones muy bien restauradas. Como en tantos casos, cerradas. foto j. m. casal

Golmar. Un museo, abierto previa cita, permite conocer los molinos de agua. foto casal

San Cremenzo. Un ejemplo de tantos de molinos abandonados a su suerte. foto s. g.