Llamado a servir

La Voz

FIRMAS

Alejandro Piñón Espasandin, Diácono

01 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Algunos piensan que el diaconado es sólo un paso de camino hacia el presbiterado, otros dicen que tiene entidad propia; pero casi siempre se contrapone una perspectiva con la otra. En mí se dan simultáneamente estas dos realidades: este paso hacia el presbiterado está suponiendo para mí un tiempo intenso de gracia.

Algunos piensan que un diácono no puede ser medio-cura, pero yo tengo claro que un cura ha de ser primero diácono. Y es el orden lógico. Un discípulo de Jesús para ser ?anciano?, pues es lo que significa la palabra presbítero y que tiente connotación de veterania, ha de ser primero servidor, que es a donde apunta el término ?diácono?. Quizás de ahí el título para este artículo. Aunque he de reconocer que el título no es original, pues se refiere a un libro de Miguel Ponce Cuéllar sobre «Teología del sacerdocio ministerial».

Este servicio como diácono lo procuro vivir como una entrega incondicional a Cristo y a la Iglesia, no entendida sólo como jerarquía sino como todo el Pueblo de Dios. Todo do lo que hago, todo lo que estudio y todo lo que rezo tiene como fondo la práctica de la caridad, el anuncio del evangelio y la celebración de acontecimiento salvador de Cristo en favor de todos aquellos con los que me cruzo en el día a día. Un diaconado vivido intensamente supone una preparación importante para el ministerio que sigue.

Esta etapa la estoy viviendo en la parroquia de Santa María de Caranza (Ferrol). Para mí es una suerte seguir mi formación en un lugar en el que se me ofrecen espacios para crecer, para aprender a amar a la Iglesia en su diversidad de carismas y ministerios, para conocer el amplio espectro social que hay en el mundo (en el barrio hay gente de toda condición social: necesitados, gitanos, inmigrantes, gente obrera, médicos, ingenieros, profesores, militares?). El encontrarme cada día con ellos, aunque no me lo crean, es para mí un regalo de Dios. La liturgia y mi oración personal me ayudan a encontrarme con Cristo, pero su rostro lo veo cada vez que colaboro en Cáritas, cada vez que voy a la Residencia de Mayores del barrio, cada vez que llevo la comunión o visito a un enfermo, en cada niño y joven de la catequesis, en cada sacerdote?

Doy gracias a Dios por este tiempo de gracia, porque me está ayudando a conocer mis límites y mis capacidades, porque a través de cada uno de los antes citados expresa su amor incondicional por mí, por mi familia, que ilusionada me apoya en el inicio de mi vida pastoral, y por mis amigos. También le doy gracias por mi otra familia, los sacerdotes (y también el obispo, don Manuel), que cada día siento más y más cercanos, trabajar al lado de ellos es un regalo que Dios me ofrece. Que Dios me ayude a conservar todo este afecto hacia ellos durante toda mi vida.

Espero con ilusión el día de mi Ordenación como Presbítero, pues siento que Dios me ha llamado para esto. E invito a que cada uno viva su vocación con intensidad, entrega y alegría y, los que no la hayan descubierto, habrá su corazón y sus oídos a la Palabra de Dios, pues, aunque a veces no le escuchemos, Él nos habla.