Pocos curas para tanta parroquia

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez NOIA / LA VOZ

BARBANZA

En apenas un año y medio, los municipios del área barbanzana han perdido una decena de párrocos

08 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El concepto de la mancomunación de servicios públicos o la fusión de concellos para optimizar los recursos disponibles bien podría comenzar a aplicarse en el terreno eclesiástico. De hecho, ya hay sacerdotes, como José Ortoño, que hablan de una redistribución de la archidiócesis estableciendo una delimitación por zonas o comarcas a la hora de asignar las feligresías a los párrocos. El déficit de vocaciones en el clero es un hecho, y también lo es que la situación se agrava año tras año, de manera que no hay curas para tanta parroquia y unos pocos se ven obligados a asumir una carga de trabajo considerable.

De media, en la comarca, a cada religioso le corresponden dos parroquias, sin embargo, la distribución de las feligresías no es proporcional y eso implica que haya sacerdotes que se ocupan de cinco e incluso seis localidades, que, además, en muchos casos se reparten por municipios distintos. Este particular ránking de ocupación está encabezado por cuatro ministros de la Iglesia: Francisco Pena, con seis feligresías en Boiro y Rianxo; José Ramón Jorge, con otras seis en Porto do Son y Lousame; José Ortoño, que también se encarga de seis parroquias en Noia y Lousame; y Xosé Manuel Pensado, que se ocupa de cinco en Mazaricos.

Asimismo, hay una decena de párrocos que gestionan entre cuatro y tres congregaciones.

No se jubilan

Todos ellos, al igual que otros curas que ejercen en la zona, han tenido que ir asumiendo responsabilidades en los últimos meses debido al fallecimiento o a la baja médica de los sacerdotes titulares de determinadas feligresías. Por ejemplo, José Ramón Jorge se hizo con las riendas de San Vicente de Noal, en el municipio sonense, tras el deceso, a principios de este año, de José Santos, a los 90 años.

Aunque al llegar a la edad legal podrían jubilarse, lo cierto es que la mayoría de los párrocos no lo hacen, precisamente, para evitar que su feligresía quede huérfana, de manera que el envejecimiento de los religiosos es un problema añadido, puesto que, bien por enfermedad o bien porque su edad no les permite hacer grandes esfuerzos ni realizar desplazamientos de unas parroquias a otras, asumen menos responsabilidades. Algunos permanecen al pie del cañón, pero requieren de la ayuda de otros para poder atender a todas sus obligaciones.

En otros casos, aunque en los listados del Arzobispado de Santiago siguen figurando como titulares de una determinada plaza, lo cierto es que permanecen de baja durante largos períodos y su función es asumida por otras personas.

Rápido empeoramiento

En este sentido, la situación no ha hecho más que empeorar, y lo hace además a pasos agigantados. No en vano, según los datos disponibles, el conjunto del área barbanzana ha perdido a una decena de párrocos en apenas un año y medio. Si en diciembre del 2014 eran 46 los que atendían los once municipios, a estas alturas del 2016 son 36 los que se ocupan de las 86 parroquias delimitadas en los once municipios.