El Pupas

Maxi Olariaga LA MARAÑA

BARBANZA

01 jun 2016 . Actualizado a las 12:52 h.

Sus hinchas más chelis y fetén se llaman a sí mismos El Pupas. Cuando amanecen, desencajado el rostro, despatarrados en el asiento del autobús que desde Milán los devuelve al Manzanares, se retratan en su espejo de agua y se ven la cara marcada por el palotazo del banderín del linier de San Siro y el estacazo del larguero que detuvo el penalti. Se convencen entonces de que Unamuno tenía razón y de que, lejos del Calderón, no hay otra cosa que el sentimiento trágico de la vida.

Cabreados y bebiéndose las lágrimas maldicen una y otra vez a ese hermanastro mayor siempre vestido de blanco pureza que, repeinado y arrogante, vive, oiga usted, en el barrio de Chamartín mimado entre incienso y perfumes por doña Concha Espina, mientras ellos luchan por su vida contracorriente. Aquel Atlético Aviación que fundaran los adinerados estudiantes vascos en Madrid, como bien dice Sabina: «¡qué manera de subir y bajar de las nubes!».

Ese nombre, Atlético Aviación, es más que un nombre. Es una denominación de origen que, partido a partido, partido a partido, se ha transformado en una maldición. ¡Ay, esa Aviación! Cuando caparon su nombre y cambiaron Aviación por Madrid, el destino torció el gesto y los dioses les volvieron la espalda. Porque Madrid, y además Real, ya se sabe quiénes y cómo son. ¿Cómo se atreven unos colchoneros a llamar a la puerta de la gloria?

SLa historia de siempre. Los desheredados, los infelices y los humildes a consolarse de bar en bar como el señor Sabina de los mejores tiempos. Y a cantar de acera en acera con los de Vallecas: «Como los indios okupas/ que acampan con sus banderas/ en la ribera del Pupas».