«Parece que os nenos molestan»

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Alumnos de seis colegios tomaron el salón de plenos de Vilagarcía para reflexionar sobre una sociedad que «nos ve, pero no nos escucha»

21 nov 2014 . Actualizado a las 04:58 h.

En el 2014 no es fácil ser niño. A fin de cuentas, no resulta sencillo moverse en un mundo en el que nosotros, los mayores, nos ponemos la bata de médico sin estudios y repartimos a diestro y siniestro diagnósticos que hemos leído en la Wikipedia. Tan atareados estamos en buscar síndromes que expliquen la esencia de la infancia, que muchas veces acabamos olvidando que no hay mucho que explicar. Que los niños son eso, niños. Personas jóvenes, con poca experiencia pero mucha energía. Con pocos años, pero con sentimientos propios. Así que, de vez en cuando, hace falta que los niños alcen la voz, como decía aquella vieja canción de Perales. Ayer, en Vilagarcía, alumnos de seis colegios de esta localidad hicieron justamente eso. Con motivo de la celebración del día de los derechos de la infancia, llenaron el salón de plenos de Ravella y celebraron una sesión realmente extraordinaria.

Asesorados por el jefe de protocolo del Concello, Mon Reiriz, los 21 rapaces elegidos para representar a sus compañeros fueron levantándose de entre el público para convertirse, durante unos minutos, en concejales. Unos quisieron jurar su cargo. Otros optaron por el verbo prometer. Y no faltaron los que, bien por nervios, bien por exceso de celo, hicieron las dos cosas. Hubo quien habló en castellano y quien escogió el gallego. Quien leyó sin titubear y quien se hizo la lengua un lío.

Con todos los concejales en sus asientos, mirando a hurtadillas los micrófonos ante los que habitualmente hablan Tomás Fole, Tania García, Juan Fajardo o María Villaronga, comenzó la sesión con la elección de la persona que habría de presidirla. La votación, en urna, dejó un nombre de mujer: Yara Gutiérrez. Esta alumna del colegio Arealonga tuvo que ponerse de puntillas para poder jurar su cargo, pero sostuvo con mano firme el bastón de mando. Se ruborizó cuando Tomás Fole le dio algunos consejos, pero no titubeó cuando señaló a sus compañeros de colegio como sus ediles de confianza. «¿Y el resto? ¿De la oposición?», bromeó el alcalde del mundo de los adultos, que hizo malabares para hablar con los chavales sin hacer proselitismo.

Y entonces, con la corporación ya formada, comenzó lo bueno. Los alumnos fueron tomando la palabra para reflexionar en voz alta. Y ojo, porque algunos de sus mensajes deberían hacernos reflexionar. Como cuando los alumnos del colegio de Rubiáns dijeron aquello de que «parece que nesta sociedade os nenos molestan». Lo decían y lo argumentaban, mentando a aquellos adultos que «chaman á policía» porque en la plaza o en el parque hay un molesto niño con una molesta pelota.

Pero si los niños tienen derecho a jugar, tal y como clamaban los rapaces de Rubiáns, también tienen derecho a participar, a «ser protagonistas da súa propia vida» en un mundo en el que, demasiadas veces, «a los niños se nos ve, pero no se nos escucha». También reclamaron los estudiantes el derecho de todo menor a tener quien se preocupe por él, al «amor e comprensión» que solo puede brindar la familia, tenga esta la forma que tenga.

El público infantil aplaudió todas las intervenciones -un poco más fuerte la de los compañeros de clase, claro-. Y el adulto, obligado a escuchar, tuvo una ocasión de oro para ver el mundo a través de los ojos de los niños.

Se reivindicó el amor, la comprensión y el derecho a crecer jugando