Las huellas del viejo maestro de Budián, O Valadouro

Inmaculada Eiroá González
INMA EIROÁ O VALADOURO / LA VOZ

A MARIÑA

CEDIDA

29 sep 2014 . Actualizado a las 01:00 h.

Un domingo de este verano, Jesús Pardeiro Rodríguez visitó el local de la Asociación de Vecinos de Budián (O Valadouro), para pedirles que en la caseta del viejo coto escolar se recuperara el antiguo letrero que había escrito en una de las fachadas. Consideró que, ahora que la están recuperando y falta aún de pintar, sería un buen momento para rescatar aquel letrero que su padre, el viejo maestro, hizo plasmar. Quiere que no se pierda la memoria de aquel tiempo ni la de quien impulsó aquellos proyectos.

El recuerdo de aquel maestro, Jesús Rodríguez López, que ejerció en la parroquia desde 1936-37 hasta marzo de 1948, cuando murió con solo 40 años de edad, aun perdura en la memoria de la gente mayor. Fue un adelantado a su tiempo. Durante los años que estuvo al frente de la escuela, además de enseñar en el aula, impulsó un abanico de iniciativas para complementar la formación de sus alumnos. Creó un coto escolar donde les enseñaba los secretos de la apicultura. Las colmenas estaban situadas en la parte baja de la parcela. La época en que se extraía la miel era una fiesta para los escolares. Acudían los de Budián y los de la vecina parroquia de Alaxe, donde ejercía de maestra la esposa de Don Jesús, María Pardeiro González.

Y fundó también un coto forestal. Jesús Pardeiro se emociona evocando a su padre. Lo rememora enfaenado, poniendo masa con sus manos para levantar el local del coto: «Paco de Pisón foi canteiro e xefe de obra da caseta, pero a meu pai recordoo coas mans na masa, poñendo parede», afirma. Y recuerda aquellos momentos especiales en que su progenitor lo llevaba a la escuela de Budián, a darle a la manivela de la extractora de la miel o a plantar árboles, como hacían los otros niños. El viejo maestro, aparte del coto apícola y forestal, les tenía también un palomar escolar e incluso una Mutualidad Escolar de Ahorro Infantil «Concepción Arenal», en colaboración con el Instituto Nacional de Previsión (INP). Los niños iban depositando allí sus ahorros (unas perras gordas que metían en las huchas que había en el aula), y el INP, recuerda Pardeiro, aportaba otro tanto, abonando cada año los intereses en una cuenta de la cual no podían retirar el dinero hasta tener cumplidos los 25 años de edad.