Dilma Rousseff asume el compromiso de erradicar la pobreza extrema en su emotiva toma de posesión
02 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.Con promesas de erradicar la miseria en Brasil tomó posesión ayer la presidenta Dilma Rousseff, primera mujer en alcanzar la máxima magistratura en la historia de su país. El principal reto de la flamante mandataria de 63 años será superar la marca del ex presidente Lula da Silva, que culminó su segundo mandato con una popularidad de 87%. Arranca con un fuerte respaldo: el 83% de los brasileños creen que ella lo hará «igual o mejor» que él.
Divorciada y con una hija, Rousseff se trasladó al Congreso custodiada por seis mujeres policía para reforzar el sesgo femenino de este histórico cambio de mando. Ante la asamblea juró y dio su primer discurso. Dijo que su «compromiso supremo será honrar a las mujeres, proteger a los más débiles y gobernar para todos». Y remarcó que su lucha «más obstinada» será erradicar la pobreza extrema. «No voy a descansar mientras haya brasileños sin alimento en la mesa», aseguró. También prometió luchar contra el crimen organizado y la violencia, a cuatro años de la Copa del Mundo y a seis de las Olimpiadas.
La presidenta se emocionó al subrayar que a partir de ahora será «la presidenta de todos». Luego viajó al palacio de Planalto en un antiguo Rolls ?Royce sin capota junto a su hija, de 34 años, y fue recibida por Lula y su esposa en la explanada. Lula le colocó la banda presidencial, y poco después abandonó Brasilia rumbo a São Paulo, aunque antes se acercó a la multitud reunida en la plaza de los Tres Poderes. Y de nuevo ella habló a los brasileños. Dijo sentirse «feliz» por la oportunidad que la historia le dio de ser la primera presidenta de la octava economía del mundo y «emocionada» por el fin del mandato de Lula.
Once amigas de celda
Dilma, que estuvo presa tres años durante la dictadura y sufrió 22 días de tortura, afirmó «no tener rencor» por su pasado. Se mostró feliz y relajada en su traje blanco marfil, cómoda en el centro de la atención. Cerca de ella estaban 11 compañeras de celda de su época de presa política en los años setenta.
Para la ceremonia llegaron a Brasilia más jefes de Estado y de Gobierno que para la asunción de Lula. Dos ausencias notorias fueron la de la argentina Cristina Fernández, que enviudó hace dos meses, y la del hondureño Porfirio Lobo, que no fue invitado debido a que fue elegido tras un golpe de Estado. Por España llegó el príncipe Felipe y de EE.UU. Hillary Clinton, quien interrumpió sus vacaciones a petición de Obama. Desde que ganó las elecciones, Rousseff hizo equilibrio entre promesas de continuar una gestión que culmina con un crecimiento de 7,5% y casi 30 millones de pobres menos, y la necesidad de mostrar un estilo propio en los cambios pendientes. La nueva presidenta, economista, quiere profundizar el combate a la pobreza y mejorar la educación, pero también deberá cortar gastos y mantener la inflación bajo control.
La impronta de Dilma ya se dejó ver en la conformación del gabinete y en algunas declaraciones relacionadas a su política exterior. Rousseff nombró a 37 ministros. Trece formaron parte del gabinete de Lula. Uno es el ministro de Hacienda, Guido Mantega. Pero ella rechazó el consejo de su antecesor de ratificar a Henrique Meirelles, presidente del Banco Central, y nombró a Alexandre Tombini, la persona en la que ella confía para controlar la inflación.
La flamante jefa de Estado colocó nueve mujeres en el gabinete. El número triplica al de Lula, y ella las colocó en carteras clave.