China da jaque al imperio tecnológico de Occidente

Leoncio González REDACCIÓN/LA VOZ.

INTERNACIONAL

Prosigue su ascenso como potencia al recortar la exportación de tierras raras

12 sep 2010 . Actualizado a las 13:16 h.

Se conocen como tierras raras, pero no son lo uno ni lo otro, sino un conjunto de metales bastante abundantes. Lo que ocurre es que cuando los bautizaron, a principios del siglo XX, los científicos tenían dificultades para separarlos de los minerales en que se hallaban. Los segregaban en forma de óxidos, entonces llamados tierras, que al no tener mayor valor económico fueron despachados como rarezas.

Hoy, sin embargo, esos metales son cruciales para el funcionamiento de la industria tecnológica más vanguardista. Se utilizan en discos duros e iPods, en pantallas de LCD y en lectores de CD o DVD, aunque sus usos no se limitan a la microelectrónica y la informática. Las bombillas de bajo consumo, por ejemplo, no se pueden fabricar sin ellos. Son imprescindibles en los sistemas de dirección de misiles o en las turbinas de aviones de combate y sus prestaciones se han vuelto indispensables en ramas como la industria espacial o la medicina nuclear. Todo ello ha incrementado de forma exponencial su demanda, que pasó de 1.000 toneladas anuales en 1953 a 85.000 en el 2003 y está previsto que alcance las 150.000 a finales de este año, con un volumen de negocio que puede rondar el billón y medio de dólares.

Pero, además de esto, lo que les da un valor estratégico añadido es el futuro que se avecina. La necesidad de detener el calentamiento global obligará a introducir, más pronto que tarde, un giro verde en numerosos sectores de la economía. Los coches eléctricos, por ejemplo, sustituirán a los actuales de gasolina y gasóleo y la energía eólica crecerá a costa de las más contaminantes.

Para hacerse una idea de la dependencia de las tierras raras que supondrá ese giro, baste decir que solo el motor electrónico de un vehículo híbrido, como el Prius de Toyota, requiere entre 10 y 15 kilos de lantanio. Las turbinas eólicas y el neomidio son inseparables.

Monopolio chino

El cuadro se completa con el dato de que China controla entre el 95% y el 97% de la producción mundial de estos metales. La cifra es el resultado de una mezcla de previsión de largo alcance por parte de Pekín, propia de una economía dirigida por el Estado, y de la ceguera cortoplacista que predomina en Occidente. La explicación tiene que ver con la naturaleza del proceso productivo.

La mayoría de las tierras raras se extraen del tratamiento de la ganga que resta de explotar la mena de otro mineral más rentable. Por lo tanto, si no hay una concentración de este mineral que proporcione beneficios las tierras raras no se explotan. Dada su dispersión, mantener una mina específicamente para su extracción resulta costosísimo desde el punto de vista económico y energético.

Brusco recorte

En consecuencia, la mayoría de los países occidentales delegaron este proceso tan oneroso en los chinos, cuya estrategia se aprovechó de los bajos salarios de su mano de obra y de la falta de escrúpulos medioambientales para producir a precios más bajos que sus competidores de otros países, expulsarlos del mercado y hacerse con una situación de práctico monopolio mundial. Ahora que lo han conseguido, restringen de forma brusca las exportaciones, haciéndolas caer de sopetón un 72%. Eso significa que venderán al exterior 8.000 toneladas este semestre, frente a las 28.000 que exportaron en el mismo período del 2009.

La medida, que tiene un marcado cariz proteccionista, significa un paso más en el ascenso de China como superpotencia mundial y supone poner en jaque al imperio tecnológico de Occidente, que ha desatado las alarmas en Japón, la Unión Europea y Estados Unidos, cuya industria militar depende esencialmente del abastecimiento asiático.

Mínimo, una década

De momento, Occidente poco más puede hacer salvo presionar. Se estima que la producción de tierras raras no empezaría a dar resultados apreciables hasta que pasen entre diez y quince años en el caso de que realmente se decidiera contrarrestar la hegemonía china reactivando la extracción propia; mientras tanto, la industria occidental estará a merced de que las contrapartidas que ofrezca sean juzgadas suficientes por Pekín.

Puede que la revalorización de precios no sea suficiente. En ajedrez, un arte que los chinos dominan desde hace tiempo, las batallas por los flancos, como esta guerra de materias primas, esconden la intención de hacerse con un dominio más amplio en el centro del tablero.