«Si no se construye la mezquita, Al Qaida habrá ganado»

Tatiana López NUEVA YORK/LA VOZ.

INTERNACIONAL

Los musulmanes reivindican su derecho a tener un templo cerca de la «zona cero»

18 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Son más de medio millón de neoyorquinos, pero su voz pocas veces se escucha. Los musulmanes que viven en la isla de Manhattan perdieron su derecho a hablar la misma mañana que dos pilotos suicidas acabaron con la vida de más de 2.000 personas. Desde entonces la mayoría de ellos se han mantenido callados. Ahora la polémica desatada por la construcción de una mezquita a dos manzanas de donde se erigían las Torres Gemelas ha vuelto a dar voz y voto a una comunidad que se niega a llamar musulmanes a aquellos que el 11 de septiembre del 2001 destrozaron el corazón de su ciudad.

«Es que los autores del ataque no pueden ser considerados como musulmanes, porque ninguna parte del Corán justifica el asesinato». La que habla es Melissa Roldan. Puertorriqueña nacida en Nueva York hace 27 años, y convertida al islam cuando era adolescente, Melissa encarna a la perfección la dicotomía a la que se enfrentan cada día miles de musulmanes estadounidenses. Patriotas, pero creyentes. Estadounidenses, pero extranjeros. Víctimas y sospechosos a la vez de un terror que hace nueve años cambió para siempre las normas de convivencia en la ciudad de la tolerancia.

«Ese día [el 11-S] yo volvía a casa llorando y alguien me escupió a la cara porque llevaba el velo puesto. Como si yo no fuera también de aquí, o como si nosotros no hubiéramos perdido a vecinos y amigos, dos de ellos de este mismo barrio, por culpa de esos bastardos».

Víctimas del 11-S

En total se calcula que al menos un centenar de musulmanes perdieron la vida en el atentado contra las Torres Gemelas. Entre los muertos estaba Salman Hamdani, un paramédico de origen paquistaní sepultado mientras intentaba rescatar a varias víctimas, y cuyo heroísmo se empañó por la sospecha de su implicación en los atentados, algo que finalmente fue descartado.

«El principal problema es que después del 11 de septiembre todos los árabes que vivimos aquí dejamos de ser tratados como neoyorquinos para ser vistos solo como musulmanes», afirma Melissa. «Si la mezquita no se construye, Al Qaida habrá ganado, porque significará que ya nadie cree en los musulmanes moderados».

Incubadoras de terroristas

Desde los sectores más conservadores se han alegado distintas razones para bloquear la construcción del templo, entre ellas la falta de sensibilidad con las familias de las víctimas del 11-S o la acusación velada de que muchas mezquitas sirven como incubadoras de futuros terroristas.

Hace unos días estas acusaciones se acentuaron después de que una de las principales mezquitas de Brooklyn, la de Al Farruq, fuera puesta en entredicho por supuestamente haber dado cobijo a Adnan Shukrjimanh, según el FBI, uno de los siete miembros de Al Qaida que planearon las acciones terroristas en Estados Unidos y cuyo destino actual se desconoce.

La noticia cayó como un jarro de agua fría entre el bullicioso barrio de Atlantic Avenue, donde se encuentra el templo islámico, y donde estos días la polémica de la mezquita de Casa Córdoba se vive con especial intensidad.

Dividido entre los vecinos de toda la vida y los musulmanes recién llegados, Atlantic Avenue es un buen espejo donde contemplar la profunda brecha que los atentados del 11 de septiembre abrió entre los musulmanes y el resto.

«Es que los musulmanes no son como el resto de los emigrantes. Todos vienen con cuatro o cinco mujeres, no se calzan y encima no tienen dinero», afirma Mike Delano, que lleva residiendo veinte años en el barrio y cuya familia emigró de Italia hace dos generaciones.

«Mira, yo no se decirte si estos que vienen aquí son terroristas o no, pero puedo asegurarte que si la mezquita se construye habrá muchos que no duerman. Si no es por miedo será por las llamadas para la oración a la cinco de la mañana y créeme que sé de lo que estoy hablando», afirma.