Centenares de tiendas, oficinas y casas fueron saqueadas en Puerto Príncipe ante la impotencia policial
18 ene 2010 . Actualizado a las 12:14 h.Debido al debilitamiento de las estructuras estatales en Haití y de la misión de la ONU (Minustah), actualmente no hay autoridad en la isla que esté en condiciones de garantizar la seguridad y el orden para el reparto de comida y la protección de las propiedades afectadas por el seísmo.
Mientras, en el devastado Puerto Príncipe miles de personas hambrientas deambulan en busca de una ayuda internacional que llega con cuentagotas, cinco días después del seísmo que causó decenas de miles de muertos y mientras la ONU aún confía en encontrar supervivientes.
Pero la distribución de comida se ve dificultada por una logística caótica. Ayer, los actos de pillaje y vandalismo proliferaron por toda la capital, donde agentes locales y tropas de la ONU trataban de poner orden. Al menos dos hombres fueron abatidos a tiros al ser sorprendidos robando, en la carretera de Delmas, en Puerto Príncipe. Ambos quedaron tendidos en la calle, uno de ellos aún con vida, sin que nadie, ni policías ni civiles presentes mostrasen su preocupación.
Cooperantes heridos
También el intento de distribuir alimentos desde un helicóptero finalizó en un tumulto entre cientos de hambrientos haitianos. El sonido de balas es cada vez más frecuente, lo mismo que la presencia de hombres armados con machetes. El sábado, dos dominicanos fueron gravemente heridos de bala cuando desconocidos les dispararon mientras cumplían labores de auxilio humanitario.
«Dicen que el Gobierno está recibiendo millones, pero nosotros no hemos visto nada. Vivimos en la calle con nuestros hijos y tenemos que marcharnos», se lamentaba Islaine, que al igual que muchos haitianos decidió partir de Puerto Príncipe a otra provincia.
En Cité Soleil, el barrio de chabolas más grande de Puerto Príncipe, los habitantes se sienten «completamente abandonados»: «Los únicos camiones que pasan por aquí están llenos de muertos», dice una mujer. Mientras se planifica la coordinación, centenares de tiendas, oficinas públicas y domicilios de la capital fueron saqueados ante la impotencia de la policía. «Es impensable lo que pasaría aquí si las personas se enteraran de que en un barrio están distribuyendo comida», dijo Brigit Zeitler, del equipo de ayuda alemán de Acción Contra el Hambre, que tiene previsto repartir por primera vez agua hoy.
Hasta ahora el Programa Mundial de Alimentos (PMA) solo ha tenido conocimiento del reparto de comida en cinco centros: dos campos de fútbol y tres descampados. Ahí se repartieron en un primer momento barritas energéticas y cubos vacíos. El PMA informó de que dispone en Haití de comida para alimentar a 200.000 personas en los próximos 14 días.
Disturbios y peleas
«Las organizaciones de ayuda humanitaria conocen la situación en Haití en circunstancias normales», explica Zeitler. «Todos están inseguros porque no quieren provocar el caos». Un reparto no coordinado podría desatar peleas y en el peor de los casos, estallidos de violencia. De hecho ya se han producido los primeros disturbios.
«Todavía no me atrevería a repartir alimentos en grandes cantidades», dice también Rüdiger Eherler, del equipo de ayuda alemán de ACH. En los llamados campos de refugiados improvisados en los parques y en solares, donde miles de personas acampan, no existe ninguna estructura jerárquica que pudiera garantizar en calidad de autoridad la seguridad de un reparto.
Incluso la idea de elegir una iglesia para repartir comida entre los feligreses se presenta problemática. Solo un 20% de los que acampan ahí pertenecen a la parroquia. Y por la noche, el número de personas se duplica.
Por eso las oenegés tuvieron la idea de encomendar a los propios afectados las tareas de retirar sus propias basuras y ocuparse de la higiene a cambio de dinero. Sin embargo, esto tampoco es posible sin más. No existen posibilidades adecuadas de transporte, lo cual supone un problema añadido. Para los supervivientes, la suciedad en las calles supone un elemento de riesgo que aumenta cada día. Las epidemias acechan y los haitianos lo saben. Los hospitales no dan abasto para atender el incesante flujo de heridos, pues carecen de personal suficiente y de medicamentos. «Hay cuerpos hinchados en descomposición en las calles, un líquido amarillo sale de muchos. Las motos y los automóviles los evitan, pero nadie los mira», cuenta un portavoz del CICR, Simon Schorno.
El subcomandante del Comando Sur, P.?K. Keen, y el administrador de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, Rajiv Shah, aseguraron ayer que los brotes de violencia presentan un problema de seguridad que dificulta las tareas humanitarias.