La revolución iraní tiene nombre de mujer

Nolo Mariño

INTERNACIONAL

Los responsables del régimen las culpan de las violaciones y de los malos tratos que sufren en el matrimonio.

13 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

«Lo único bueno de haber tenido que escaparme de Irán es poder vivir con Mehdi sin casarnos», confiesa Shahrzad desde su exilio en una capital centroeuropea. Shahrzad es una joven periodista que, como muchos colegas, tuvo que huir del país tras las elecciones del pasado junio. Los mensajeros se convirtieron entonces en el chivo expiatorio de un Gobierno que no acepta un no por respuesta. El descontento por la reelección de Mahmud Ahmadineyad, hace hoy justo seis meses, se ha traducido desde entonces en el aglutinador de una juventud sin muchas esperanzas de futuro.

Ser además mujer duplica la dificultad. Declaraciones como las que hizo el jefe de la policía a principios de semana lo dejan claro. El general de brigada Ahmadi-Moqaddam señaló que «las mujeres solteras son las principales víctimas de las violaciones en el país. En la mayoría de los casos, las mujeres que han sido forzadas habían dado el primer paso que las llevó a sufrir la violación, y ello se debe a su propia desidia y falta de conciencia».

La doctrina oficial de la República Islámica no deja lugar a dudas. La mujer es un ser desvalido que debe ser protegido a toda costa, aunque, a cambio, su valor como persona sea la mitad que el de un hombre a la hora de prestar testimonio en un juicio o heredar. Tampoco puede pedir el divorcio o la custodia de sus hijos. Cuestiones de religión aparte, la sociedad iraní es muy conservadora y hasta cierto punto vive anclada en tradiciones que se han reavivado con el régimen de los ayatolás.

También se aprecia en los casos de violencia doméstica. «El comportamiento de las mujeres y su conducta predisponen el escenario para que esa violencia se dirija contra ellas», asegura Forough Nilchizadeh, una alta funcionaria de la Organización Nacional de Juventudes. En ningún caso las iraníes se resignan. Su Campaña por la Igualdad es una de las bestias negras del régimen y en las manifestaciones es habitual verlas en la primera fila protegiendo a los jóvenes.

Desde las primeras protestas en junio, ha llamado la atención la presencia de mujeres de entre 35 y 55 años. Tras las primeras detenciones y las noticias de las primeras víctimas mortales, estas madres decidieron reunirse cada sábado en el parque Laleh para mantener vivo el recuerdo de sus hijos. Su denuncia silenciosa ha colmado la paciencia del régimen. No contento con acosarlas cada semana, en vísperas de las manifestaciones del pasado lunes, la policía detuvo a 29 de ellas, de las que 21 aún siguen detenidas. La medida no va a impedir que sigan mostrando su descontento por la discriminación.

«Solo ahora me he dado cuenta de lo que significa ser mujer en mi país», confía Atefeh. «No valemos para nada. Después de años de sufrir malos tratos y de que al final mi ex marido me rompiera los dedos, ahora tengo que pelearme con él en el tribunal por la custodia de mi hija de nueve años. A mi chica mayor, que ya tiene 14, sé que no la volveré a ver». Atefeh es una ejecutiva que trabaja para una empresa extranjera y su ex tiene un cargo similar en otra compañía.

Para Nilchizadeh, el factor más importante detrás de ese aumento de la violencia es el cambio en el estilo de vida de la mujer en el último decenio. A su juicio, «hasta muy recientemente el número de mujeres que se dedicaban a la enseñanza o que trabajaban fuera de casa era muy escaso. Pero ahora las grandes ciudades, que son los principales focos de la violencia contra las mujeres, están llenas de chicas solteras que viven sin la supervisión de sus familias».

Sin embargo, las propias autoridades reconocen a veces de forma implícita los problemas que plantea la segregación de sexos que tratan de impulsar. El antes citado Ahmadi-Moqaddam ha sugerido la creación de órganos que faciliten el sighé , o matrimonio temporal, para atajar «la alarmante escalada de sexo ilícito que se registra en el país». Lo del matrimonio temporal no es una alucinación del general. Se trata de un arreglo que permite mantener relaciones sexuales durante el tiempo que se acuerda. La fórmula suena a prostitución encubierta no solo a ojos occidentales, sino de la mayoría de los iraníes educados y, sobre todo, de las mujeres. «Solo mujeres de extracción muy humilde o que se quedan viudas y sin recursos lo aceptan», asegura Nahid, que se indigna ante su sola mención.

Por su parte, el Departamento de Educación de Teherán propone que se facilite el matrimonio de las alumnas de secundaria, aunque, eso sí, dando a entender que entonces deberían dejar el instituto y pasar a centros de enseñanza para mujeres adultas.