Sarah Palin, la primera mujer gobernadora de Alaska y candidata vicepresidencial republicana, abandonó ayer su puesto antes de la conclusión de su mandato, y encara, con pérdida de popularidad, un frío horizonte político.
Palin transfirió la autoridad al vicegobernador, Sean Parnell y, según ella misma dijo, se lanza a la búsqueda de políticos que compartan sus ideas para un futuro mejor en el país. Pero la gobernadora abandona el cargo con muy poco cariño de sus correligionarios de Alaska.
Según el republicano Jay Ramras, de la Asamblea Legislativa estatal, «violó toda decencia, todo protocolo y fue una muestra de falta de respeto». Larry Persily, ayudante del representante republicano Mike Hawker, comentó que se enemistó con la mayoría de los 60 miembros de la Cámara de Representantes y del Senado».
Hace menos de un año, Palin emergió como la figura que inyectó vigor en la tambaleante campaña presidencial de John McCain. Hace apenas seis meses se perfilaba como caudilla del sector más conservador del Partido Republicano. Pero varias encuestas difundidas esta semana mostraron que los estadounidenses están ahora menos entusiasmados con ella y dudan de sus cualidades como dirigente tanto como de su capacidad para comprender problemas complejos.